El hotel Mencey de la capital tinerfeña se convirtió el pasado lunes en una enorme bodega donde el equipo de catas de la prestigiosa Guía Peñín evaluó vinos de las últimas añadas, tanto peninsulares como canarios, que servirán de base para la edición del año 2019.

Javier Luengo, responsable de publicación, destacó la "excelente acogida, tanto por parte de bodegueros como de profesionales" de este segundo encuentro, que continúa la actividad iniciada el año pasado.

Este profesional subrayó que las grandes fortalezas de los vinos canarios descansan en valores como "la singularidad y la tipología", si bien poniendo el énfasis en que estas condiciones "se pueden aprovechar mejor o peor".

A propósito de las catas, Luengo destacaba "los malvasías de La Palma y Lanzarote, sin duda los más singulares del mundo" y también tuvo un reconocimiento para los blancos secos que se están elaborando en la Isla Bonita.

En su condición de catador valoró "el amplio abanico de varietales" que se dan en las Islas y también advirtió de que uno de los grandes retos que tienen ante sí los bodegueros es el de "transmitir esa diversidad al consumidor".

Conocedor de que producir vino en un territorio como Canarias "no es especialmente barato", por las propias condiciones orográficas y la aplicación del trabajo manual, dada la escasa mecanización que es posible introducir en los viñedos, sostiene que "se debe seguir apostando por la calidad y la diferenciación, siempre buscando la rentabilidad". Eso sí, como buen crítico, también pone el acento en la necesaria transición generacional que haga posible la pervivencia de los cultivos.