Había quinielas previas a la Gala Michelin, celebrada este miércoles en Lisboa, que concedían al restaurante tinerfeño NUB una segunda estrella. No se cumplió el vaticinio, pero se mantiene vivo el fulgor que alcanzaron hace ahora un año, en la gala que tuvo lugar en el hotel Ritz Carlton Abama, en Guía de Isora, cuando contra todo pronóstico los mentores de la Guía Roja galardonaron con un brillo a una pareja de chefs que había transformado el piso alto de una casa de estilo colonial del siglo XIX, ubicada en el casco histórico de la ciudad de La Laguna, en una auténtica factoría de sueños.

Ahora instalados en La Laguna Gran Hotel, el proyecto, desde lo humano y profesional, sigue ligado por el amor de una pareja y la pasión hacia el oficio, por la inquietud de crear un espacio gastronómico que representa una particular manera de vivir y sentir, y que se traduce en los sabores y aromas de una cocina muy personal.

Así, desde raíces diferentes (Andrea Bernardi es italiano y Fer Fuentes, chilena) reivindican sus orígenes, se entregan a mezclarse culturalmente, a compartir sensaciones, a rescatar memorias, a rememorar historias... Y de esa fusión siguen brotando nuevas ideas.

La estrella que lucen no ha cambiado la filosofía original de Nub; no se han dejado encandilar por el éxito. "Como personas no hemos cambiado, tenemos los pies bien en la tierra, a pesar de estar en una NUBe", sostiene Andrea. "Creemos que nos ha reafirmado". Y a propósito asegura que "estamos haciendo la cocina que queremos. Además, si nuestra filosofía nos llevó a conseguir este logro tan importante, ¡cómo la vamos a cambiar!".

Y eso que mantenerse a un nivel tan alto "significa estar sometidos a una intensa presión", reconoce. Y no se refiere el chef a la estrella en sí misma, "sino a nuestro concepto, que nos conduce a ofrecer la excelencia a nuestros clientes". En cualquier caso, admite que "sentir presión también supone mostrar respeto hacia la Guía Michelin".

Lo cierto es que el brillo de este reconocimiento los ha hecho más visibles. "Antes de concedernos la estrella, había noches en las que nos íbamos a casa sin servir ni una sola mesa y con la sensación de que estábamos haciendo las cosas mal; de ahí hemos pasado a negar mesas por tener el restaurante lleno".

Tal fue el impacto que provocó la estrella Michelin, que una publicación chilena llegó a considerar a Fer Fuentes entre las diez personas más influyentes de su país. "Fue bastante sorprendente el cariño que recibimos, casi de una manera instantánea, teniendo en cuenta que el día anterior nadie conocía nada sobre nuestro trabajo", recuerda Andrea. " Los chilenos siempre sienten muy suyos los logros y se ven reflejados en ellos".

De la despensa de la memoria asoman propuestas sorprendentes, como la Infusión de legumbres, bacalao, judión y papa trufa canaria, inspirada en el pueblo mapuche, mezclando técnicas actuales con el antiguo método de deshidratación de la papa negra del chuño andino; el Rabanito con chocolate blanco y limón; los Blinis de alcachofa con caballa y yogur o la Oreo de zapallo, queso y lavanda, y platos como el Canelón de cigala, acelga y royal o el Canolo de morcilla de cochino negro, merengue, almendra y limón. Y, por supuesto, los excelentes postres de Fernanda.

Andrea Bernardi recita nuevas creaciones, como el caso de la Lengua nogada con berros y cebolla guayonge o la Viera a la parmesana, además de postres nuevos en ambos menús (Lauquen, 75 euros por persona y Nuvola, 95 euros por persona) y la recuperación de los Gnnocchi de castaña con caldo de lentejas y comino.

Al restaurante acude todo tipo de gente. "Es bienvenida toda persona que quiera conocer y saborear nuestras culturas; acuden muchísimos extranjeros y mucha gente de las islas vecinas", señala Bernardi, después de un año junto a la estrella.