Un estadounidense interpretando al detective "british" por excelencia era un reto más para Robert Downey Jr., ex "enfant terrible" de Hollywood que vuelve a mostrar con "Sherlock Holmes" su excelencia como actor y su solvencia como superestrella.

"La falta de disciplina no era tan divertida como yo pensaba", asegura el otrora polémico actor. "Normalmente el boxeador que gana es el más disciplinado. No tanto en lo físico como en lo mental. Pertenezco a una generación en la que la disciplina se abandonó y se sustituyó por... nunca me quedó muy claro", explica.

A pesar de su discurso, los modales de Downey Jr. siguen siendo los del irresistible provocador, algo que contagia a "Sherlock Holmes" hasta convertirla en su patio de recreo, por mucho que la defina como una "Guy Ritchie Experience" y considere fiel a los libros de Arthur Conan Doyle.

Por ello es candidato al Globo de Oro al mejor actor de, curiosamente, comedia. "Queríamos, ante todo, pasárnoslo muy bien. Lo que más atrae a la gente de Sherlock Holmes es su humor seco, británico. Nos gustaba la idea de que Watson pudiera reírse de Holmes que, al fin y al cabo, es un tipo bastante friki", explica.

Efectivamente, Guy Ritchie ha impuesto su propio lenguaje para trasladar a Conan Doyle a la pantalla. "En los libros no está ni ''elemental, querido Watson'', ni la gorra ni la pipa. Para ver esta película, el espectador tiene que respirar hondo y sacar de su cabeza todas las ideas que tenía sobre Sherlock Holmes", asegura quien sorprendiera al mundo con su interpretación en "Chaplin".

Rozando el Óscar, se alzó como uno de los mejores intérpretes de su generación y trufó su carrera, entre excesos personales y problemas legales, con títulos como "Asesinos natos", "Vidas cruzadas" o "El detective cantante". Pero nadie pensó que con el nuevo siglo se convertiría en una superestrella.

"Mi teoría sobre el cine independiente es la siguiente: en los setenta era muy interesante, en los ochenta un poco interesante y en los noventa todo el mundo quería tener una gorra de béisbol con el sello de una productora independiente", argumenta

"Eso para mí supone algo muy parecido a la muerte del concepto de ''cine independiente'' y por eso, para hacerlo así, prefiero no hacerlo. Además, no me sirve que una película trate cuestiones humanas o te sirva para ganar un Óscar como excusa para que te paguen menos", sentencia.

Ahora está encaramado a dos franquicias multimillonarias: "Iron Man", con la que plantó cara al mismísimo Indiana Jones en la taquilla el verano pasado, y este "Sherlock Holmes", que augura tener al menos una secuela.

"En cierta manera, el cine comercial de toda la vida me parece más honesto en sus motivaciones. Y luego estoy yo que, para desesperación de los responsables de mis películas, afronto ''Iron Man'' como si fuera cine de arte y ensayo", confiesa.

No en vano, Downey Jr. fue capaz de convertir su interpretación en una de las películas más gamberras del año pasado, "Tropic Thunder", en candidata al Óscar, un premio que, por otra parte, no ansía.

"A medida que mi psicología moral ha evolucionado desde cero a más o menos el nivel medio, he dejado de pensar en ganar el Óscar", dice.

Así, los tiempos turbulentos ya pasaron, pero no baja la guardia y reconoce: "Sigue siendo muy fácil para mí cagarla. Tengo una perspectiva privilegiada por haber participado en películas que no funcionan, aunque es cierto que si hay algo que hago bien, eso es arreglar las cosas".

Y para la secuela de "Sherlock Holmes" -película con la que se siente como "un inglés honorífico"- no puede dejar de bromear. "He oído que los intelectuales han llegado a la conclusión de que hay atracción sexual entre Holmes y Waltson. No era nuestra idea, pero la versión adulta quizá esté por llegar", concluye.