Tradición heredada de madre a hija, la depilación con hilo de algodón que, aseguran, realza la belleza del cutis, resurge en el barrio chino de Bangkok desplazando a las modernas técnicas de embellecimiento facial.

Chan hace tres décadas que depila en su pequeño puesto callejero situado en la acera de una de las arterias principales del gran distrito chino de la capital tailandesa, donde atiende a mujeres y hombres que solicitan su servicio.

Esta mujer menuda aprendió el oficio de su abuela, una inmigrante china llegada al antiguo reino de Siam hace un siglo y quien trasmitió a sus descendientes los secretos de la belleza que a ella le enseñaron.

Ella y cuatro empleados depilan a diario, ante un espejo, a una media de 40 clientes que se sientan en sillas de plástico durante cerca de una hora para someterse a esta técnica que consideran es la mejor entre las que existen hoy.

Los esteticistas repiten con habilidad y sin perder la sonrisa los movimientos del filamento de algodón que sujetan con sus dientes y con el que hacen algo parecido a juegos de manos sobre el rostro del cliente, previamente recubierto de polvo de talco para destacar la zona con mayor vello.

La estrella del puesto de depilación es un joven que viste un chaleco ajustado y un pantalón de traje bien planchado, y es el único que chapurrea el inglés y quien intenta atraer al viandante mostrando fotos de un "antes" y un "después" de pasar por sus manos.

"Cuatro o cinco clientes extranjeros se sientan en mi silla cada día y siempre se marchan muy contentos", explica el muchacho de espaldas al legendario tráfico que causa una nube de humo casi constante en esta congestionada zona de la metrópoli.

"Al trabajar directamente en la calle con la contaminación que hay en Bangkok podrías desconfiar sobre la salubridad de mi negocio, pero 30 años aquí ubicada avalan que nuestro servicio es higiénico y satisfactorio", defiende la encargada.

Pi, una veinteañera tailandesa, acaba de terminar su tratamiento que realiza una vez al mes, mientras Chan sujeta el espejo para que aprecie el resultado.

"Me gusta que mi piel quede brillante y limpia, vengo aquí porque es barato y creo en las técnicas tradicionales", dice mientras se da unos toques en la melena con un cepillo.

A pesar del aumento de los salones de belleza dotados de aire acondicionado, cómodas salas de espera y modernos utensilios para el cuidado facial, este negocio callejero cada vez recibe mayor cantidad de clientes.

Las razones del éxito son el bajo coste del servicio, unos 100 baths (algo más de 2 euros), la creciente inclinación hacia los métodos tradicionales para el cuidado personal, así como el prologando efecto ya que los pelos son arrancados desde su raíz.

Hay quienes dicen que esta técnica es menos dolorosa que otras, pero la cara de un joven tailandés en manos de la maestra Chan demuestra que no siempre es así.

"El proceso es mucho más largo y meticuloso que la depilación convencional", explica Chan mientras el chico al que atiende hace gestos de dolor a medida que el hilo pasa por encima de una de sus mejillas.

Aunque se desconoce la procedencia es esta tradición, algunos la sitúan en Oriente Medio, India o China.

Esta técnica es sobre todo muy popular en los países árabes y en las sociedades india y persa, y antiguamente se empleaba cuando una mujer llegaba a la vida adulta o en ocasiones especiales.

En China esta técnica es conocida como "mang ming", que literalmente significa "depilar cara", y era un ritual de iniciación antes del matrimonio para desear suerte a la pareja.