Felipe, duque de Brabante, de tímida personalidad, con una extensa formación académica y militar, y experiencia en la representación exterior de su país, será hoy el séptimo rey de los belgas, tras la abdicación de su padre, el rey Alberto II.Felipe, de 53 años, tendrá por delante la difícil tarea de seguir los pasos de su padre a la hora asegurar la unidad en un país divido entre los flamencos del norte y los valones del sur, donde son habituales las crisis de Gobierno y es clave la Jefatura del Estado.

Por su personalidad introvertida, numerosos analistas belgas han señalado estos días que el reinado de Felipe podría parecerse más al de su abuelo Leopoldo III o el de su tío Balduino, menos expresivos que Alberto II. Uno de ellos, el historiador de la Universidad Católica de Lovaina (UCL), Michel Dumoulin, ha asegurado en diferentes medios del país que Felipe "paga los platos rotos de una personalidad un poco tímida, más cerrada que la de su padre". También destaca que "quizá en esa personalidad introvertida se esconde una sensibilidad de la que solo gozan las personas reservadas".

Su timidez se ha traducido a menudo en tiranteces con los medios de comunicación, especialmente con al prensa flamenca, menos monárquica que la valona.

Matilde de Bélgica, la discreta y elegante esposa de Felipe, se convertirá hoy en la primera reina de Bélgica oriunda del propio país, pues hasta ahora todas las consortes habían sido extranjeras, como la española Fabiola o la italiana Paola. La princesa de Bélgica y duquesa de Brabante, nació en Uccle, un barrio de clase media alta de Bruselas, el 20 de enero de 1973, en el seno de una aristocrática familia, los condes d''Udekem d''Acoz.

Antes de contraer matrimonio y convertirse en fiel apoyo del futuro rey, Matilde ejerció cinco años como logopeda.