Comparada por su monumentalidad e importancia con las pirámides, la presa de Asuán celebra mañana el 40 aniversario de su inauguración en medio del conflicto por el control del agua del Nilo entre Egipto y otros países ribereños.

La construcción de esta faraónica obra de ingeniería hidráulica, financiada por la extinta Unión Soviética, comenzó en 1960, bajo el mandato del fallecido ex presidente egipcio Gamal Abdel Naser, y fue inaugurada el 15 de enero de 1971.

Con el objetivo de controlar el caudal del Nilo y las crecidas estacionales, la presa de Asuán, de 3.600 metros de longitud y una altura de 196 metros por encima del nivel del mar, ha jugado un papel clave en el desarrollo del país árabe más poblado y ha permitido expandir los terrenos de cultivo y generar electricidad.

"La verdadera importancia de la presa es que ha protegido a Egipto durante 40 años de las temporadas de sequía consecutiva que podrían haber afectado negativamente (al país)", dijo el experto en temas del Nilo del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram, Ayman el Sayed Abdel-Wehab.

Unos beneficios de los que no han gozado otros Estados ribereños, lo que ha convertido el agua del Nilo en un bien muy codiciado y su control en causa de conflicto entre los países de su cuenca.

Hasta tal punto que el entonces jefe de Estado egipcio Anuar al Sadat aseguró, poco antes de firmar la paz con Israel en 1979, que lo único que podría llevar a Egipto a una nueva guerra era el agua.

Egipto, que reivindica sus derechos históricos sobre el Nilo, es el principal beneficiario de sus aguas después de un acuerdo en 1959 con Sudán por el que los dos países se aseguraban el control de un 90 por ciento del flujo del río.

Un reparto injusto según los otros países ribereños, lo que llevó a Uganda, Ruanda, Tanzania y Etiopía a rubricar el 14 de mayo del año pasado el llamado "Acuerdo Entebbe" sobre la administración y la utilización de las aguas del Nilo, al que se sumó posteriormente Kenia.

Pero Egipto se opone a cualquier tratado distinto del de 1959 que pueda reducir su cuota de agua, y despliega un discurso beligerante cada vez que estos países proponen construir otras presas en su territorio.

El sabotaje a los proyectos de los otros Estados no es compartido por Abdel-Wehab, para quien es necesario construir "más presas conjuntas entre Egipto y los países del Nilo para reorganizar el aprovechamiento del río, ya sea para obtener agua o electricidad".

El temor de Egipto, que tienen derecho a vetar cualquier proyecto de irrigación a lo largo del río que pueda afectar a su cuota, es infundado, según el experto del centro de Al Ahram, porque los otros países ribereños quieren construir presas para generar electricidad, por lo que "el agua siempre llegará a Egipto".

Abdel-Wehab se mostró esperanzado y consideró que, "a pesar de las dudas sobre la cuota del agua, la construcción de presas conjuntas es una buena forma de futura cooperación entre los países de la cuenca del Nilo".

Aparte del conflicto fuera de sus fronteras, la construcción del embalse no estuvo exenta de polémica dentro de Egipto, ya que bajo el lago Naser, que almacena el agua del Nilo y tiene una capacidad de 164 billones de metros cúbicos, quedaron sepultados numerosos templos y poblados nubios.

En opinión del poeta Abdel Rahman al Abnudy, autor del poemario "Cartas de Jarayi al Qot a su mujer Fatma Ahmed Abdel Gafar en la colina del ratón", que recoge las misivas entre un campesino que trabajó en la construcción de la presa y su esposa, esta obra de ingeniería tuvo un efecto negativo en la sociedad egipcia.

"La presa ha cambiado la personalidad egipcia" y ha convertido al Nilo en "un canal muerto de agua estancada", aseguró Al Abnudy, quien señaló que "los campesinos egipcios perdieron la fuerza, unidad y cooperación que antes poseían para hacer frente juntos a las inundaciones".

El poeta también criticó los problemas medioambientales causados por la presa, que retiene los sedimentos del río, ricos en nutrientes, y hace necesario el uso de fertilizantes que "debilitan la tierra".

Unos efectos medioambientales negativos, como ya avanzó en 1992 uno de los responsables de esta obra, para quien la sequía junto con la acumulación de limo, podría convertir "la región en un desierto y la presa en una especie de marismas".