La prisión militar para supuestos terroristas inaugurada hace casi una década en esta base naval, y los 171 hombres todavía atrapados en ella encaran un futuro incierto.

El miércoles, tras más de nueve años desde su captura a manos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el saudí Abdn al Rahim al Nashiri, escuchó los cargos por los cuales un tribunal militar lo juzgará y podría condenarlo a muerte.

Son cargos de "traición y perfidia", "homicidio en violación de las leyes de guerra", "actos terroristas" y "conspiración para la comisión de actos terroristas", entre otras cosas por planificar, según EEUU, el ataque en 2000 contra el destructor estadounidense "Cole" en el puerto de Adén, en Yemen, que causó la muerte de 17 marinos y heridas a 35 más.

El caso de Al Nashiri ilustra la complejidad legal y política de la "guerra global contra el terrorismo" declarada por Estados Unidos después de que fuera blanco de ataques terroristas, y emprendida contra un enemigo sin territorio, sin soberanía, sin las jerarquías e instituciones de un Estado.

Desde comienzos de 2002, el Pentágono empezó a recluir en la base naval que Estados Unidos arrienda en la bahía de Guantánamo (Cuba) a los supuestos miembros de Al Qaeda aprehendidos en diferentes sitios del planeta.

Lo que en principio fue un conjunto de jaulas y carpas se ha convertido tras varias renovaciones en una de las prisiones más elaboradas a un costo que un reciente artículo del diario The Washington Post señaló en 500 millones de dólares.

La operación de los diferentes "campos" dispersos en los 120 kilómetros cuadrados de la base estadounidense, cuesta unos 150 millones de dólares anuales. La base, que incluye otras operaciones de la Marina de Guerra y el Servicio de Guardacostas de EEUU, alberga unos 10.000 militares estadounidenses y sus familias.

Aunque la población de la prisión de Guantánamo llegó en algún momento a casi 800 hombres, ahora quedan 171, de los cuales la mayoría se encuentra en el "Campo VI", donde hay celdas individuales y áreas para la vida comunitaria.

Para los hombres recluidos primero tras alambradas y hoy tras gruesas paredes de hormigón, Guantánamo debe ser un sitio repleto de memorias que sólo ellos se cuentan.

Para el personal militar que los custodia, no existe demasiada memoria: en términos generales el Pentágono rota la dotación de vigilantes, y adentro de los "campos", soldados y oficiales no tienen estafetas con nombres sobre sus uniformes.

Si el periodista pregunta por comparaciones entre la prisión de hoy y la situación del pasado, guardias y oficiales, uniformemente anónimos, responden que no llevan aquí mucho tiempo y no pueden comparar.

El gobierno de Estados Unidos, que ha calificado a los prisioneros de Guantánamo como "combatientes enemigos" no amparados por las Convenciones de Ginebra, ha enviado a al menos 598 de ellos a otros países o los ha dejado en libertad por ausencia de pruebas que sustanciaran las acusaciones, cualesquiera que fuesen, que motivaron su captura y traslado a la isla.

El presidente Barack Obama no ha cumplido, ni está más cerca de cumplir, su promesa de hace tres años cuando dijo que clausuraría la prisión de Guantánamo: EEUU no sabe qué hacer con estos hombres, de los cuales medio centenar Washington considera tan peligrosos que no contempla su liberación.

Un número no determinado de supuestos terroristas, que un guardia del "Campo VI" describió como individuos que "han cooperado, han cooperado mucho", residen en un sitio aparte, y una veintena se encuentra en el "Campo V" donde las condiciones de reclusión son más severas.

"Campo V" alberga a prisioneros que han tenido conflictos con los guardias, o individuos que, según el oficial a cargo del sitio durante una visita de periodistas, prefieren alojarse en celdas individuales, de unos 8,8 metros cuadrados.

Los reclusos en "Campo VI" tienen cuatro horas diarias de actividades al aire libre. Los castigados en "Campo I" salen de la celda una o dos horas por día.

Existe, en alguna parte de la base, un "Campo VII" donde unos 17 hombres que Estados Unidos considera como "prisioneros de alto valor" están recluidos en condiciones no divulgadas.

Los "campos" V y VI están rodeados por cercas metálicas de casi cuatro metros de altura, coronadas por espirales de alambre de púa, y revestidas con lonas que impiden que los prisioneros disfruten de la belleza del paisaje en esta costa de acantilados y mar resplandeciente.

También está impedida la vista de los prisioneros, excepto para los guardias y ocasionales visitantes que recorren las entrañas de los edificios por pasillos oscurecidos detrás de ventanas reflectivas: los cautivos están siempre bajo observación pero nunca saben cuántos ojos los miran.