Egipto dio ayer un paso más hacia el caos que ya domina las calles de El Cairo, totalmente fuera de control, en los graves enfrentamientos entre cientos de manifestantes y la Policía, pese a los llamamientos impotentes de las autoridades a la calma.

La ira desatada el pasado miércoles tras la tragedia del estadio de Port Said, donde murieron 74 personas, no disminuye con el paso de las horas; más bien al contrario.

Un manifestante murió ayer por las heridas sufridas la noche del jueves en los enfrentamientos con la Policía junto al Ministerio del Interior, mientras que un militar falleció tras ser atropellado por un vehículo policial. Estas dos nuevas víctimas mortales se unieron a los dos fallecidos en la madrugada se ayer por disparos de bala en la ciudad de Suez.

Los hinchas radicales del club Al Ahly, uno de los equipos implicados en la batalla de Port Said, son la punta de lanza de los manifestantes que se enfrentan con fiereza a las fuerzas de seguridad, que responden con abundante material antidisturbios.

La escalada de la violencia llevó a los jóvenes a prender fuego a la sede de los servicios de impuestos inmobiliarios, un importante edificio administrativo situado en la confluencia entre las calles Mohamed Mahmud y Mansur, epicentro de los choques. Armarios y escritorios de la sede gubernamental fueron utilizados como barricadas improvisadas después de que el edificio fuese tomado al asalto.

Más de 1.000 heridos

Los disparos de gases lacrimógenos, pelotas de goma y balines provocaron efectos devastadores entre los manifestantes.

Según el Ministerio egipcio de Sanidad, más de mil personas resultaron heridas ayer, de las cuales 211 son policías.

A diferencia de otras ocasiones, como sucedió en noviembre, la retaguardia de los enfrentamientos, la emblemática plaza Tahrir, no se ha volcado de forma masiva en apoyar a los manifestantes.

La vanguardia de las manifestaciones está compuesta por cientos de ultras airados y deseosos de venganza, en muchos casos sin un discurso político definido y con cierta inclinación hacia la violencia nihilista.

Las banderas del Ahly en primera línea del frente muestran que los deseos de venganza por parte de los más exaltados son evidentes, y se unen a las reivindicaciones políticas que mantienen los acampados en Tahrir.

Pese a la violencia, en la céntrica plaza Tahrir, que se encuentra a unos 300 metros del Ministerio del Interior, siguen instalados muchos puestos de palomitas, té y pinturas con los colores de la bandera egipcia.

Incluso en la calle Mohamed Mahmud, cerca de un gran muro de cemento que instalaron las autoridades en los disturbios del pasado noviembre, unos comerciantes tratan de vender bocadillos y pañuelos palestinos.

Un ultra del equipo Ahly que se hace llamar Shinguma explicó vivió en primera persona los dramáticos sucesos de Port Said, donde murieron cuatro amigos suyos.

"Si estamos hoy aquí es en protesta por la masacre de Port Said pero, sobre todo, porque en un año no ha cambiado nada y la Junta Militar es como el régimen de Mubarak, está todo bajo su control", dijo.

Ahmed, un médico voluntario en un hospital de campaña en esa misma calle, consideró que la actual situación "es parecida a la de noviembre", cuando decenas de personas murieron asfixiadas por los gases y las pelotas de goma disparados por la policía.

"Hemos atendido a varios cientos de personas, la mayoría con síntomas de asfixia, pero también bastantes casos de lesiones por balas de goma", señaló Ahmed.

Pese a que esporádicamente se alcanzaron pequeñas treguas de la violencia, la situación empeoró conforme se hizo de noche, lo que llevó a la Junta Militar a difundir un comunicado de marcado tono dramático.