Japón se quedó hoy con solo dos de sus 54 reactores nucleares al detener el que le quedaba en la populosa región de Kansai (centro), lo que incrementa la presión para definir el futuro energético del país, que gasta cada vez más en importar recursos fósiles.

Tras el accidente en la central de Fukushima Japón ha optado por no reactivar ninguno de los reactores detenidos por inspecciones regulares, ante la firme oposición de las administraciones locales y la necesidad de aplicar nuevos mecanismos de seguridad.

Al país solo le quedan dos reactores operativos tras parar hoy la unidad 3 de la central de Takahama, pero ambos deberán ser detenidos antes de finales de abril para ser sometidos a un revisión rutinaria, por lo que previsiblemente la tercera economía del mundo tendrá todo su parque nuclear apagado para primavera.

La última desconexión añade una presión extra al Gobierno nipón para que trace el nuevo modelo energético del Japón pos-Fukushima ya que la región de Kansai, a la que la suministraba electricidad la central de Takahama, era la más dependiente de la fisión atómica en todo Japón.

Los once reactores que tenía Kansai proveían, antes del 11 de marzo del año pasado, el 50 por ciento de la energía que consumían sus más de 20 millones de habitantes, por lo que la eléctrica regional, KEPCO, ya calcula que en marzo su oferta podría estar un 8,8 por ciento por debajo de la demanda estimada.

Por eso, el Gobierno ya ha lanzado una campaña para que los habitantes de Kansai consuman un 10 por ciento menos que en 2011, mientras el ministro de Industria, Yukio Edano, ha asegurado que intentará evitar cortes en el suministro este año.

Pero a la vez Edano, portavoz y cara visible del Gobierno nipón durante los momentos más críticos de la crisis de Fukushima el año pasado, ha dejado claro que no tiene intención "de reactivar algo peligroso por el simple hecho de atajar la falta de suministro", según declaraciones recogidas por el diario Nikkei.

Mantener el actual nivel de consumo eléctrico sin energía atómica ha supuesto a la economía nipona una pesada carga, que además se ha reflejado en una subida de los precios de los combustibles que amenaza con incrementarse aún más cuando se paren los dos reactores aún operativos.

Para paliar la escasez nuclear las eléctricas no han tenido más remedio que aumentar el ritmo de sus plantas de generación térmica y ello ha supuesto un fuerte incremento de las importaciones de hidrocarburos, dado que Japón es un país con una enorme dependencia energética del exterior y escasas fuentes renovables.

Según datos oficiales, en enero las importaciones de gas natural licuado aumentaron un 74,3 por ciento interanual, mientras que las de carbón escalaron un 26,5 por ciento y las de petróleo un 12,7 por ciento.

Ello resultó en un fuerte aumento del monto total de importaciones y contribuyó a que Japón, una de las mayores potencias exportadoras del mundo, registrara en el primer mes de 2012 su mayor déficit comercial en los últimos 33 años.

Los expertos consideran que la balanza comercial, soporte básico del PIB nipón, se deteriorará aún más en los meses venideros, mientras el Gobierno trata de explorar nuevas fórmulas para el suministro y de convencer a las localidades que acogen centrales nucleares de que acepten la reactivación de reactores.

En ese sentido, ni siquiera las llamadas pruebas de resistencia, impuestas por el Gobierno para todas los centrales atómicas del país tras la crisis nuclear, han convencido de momento a provincias ni a ayuntamientos.

Y el futuro se presenta aún incierto: ayer, el director de la Comisión de Seguridad Nuclear de Japón, Haruki Madarame, indicó que será necesaria una segunda ronda de estas pruebas, puesto que, a su juicio, las realizadas hasta al momento evalúan solo los equipos esenciales para mantener la seguridad en caso de desastre natural.