El presidente del parlamento alemán, Nobert Lammert, convocó ayer oficialmente a la Asamblea Federal para el 18 de marzo, fecha en que la que se deberá elegir al nuevo jefe de Estado que deberá sustituir al dimitido Christian Wulff.

De momento, se da por descontado que el sucesor de Wulff será el pastor protestante Joachim Gauck, con el respaldo de los partidos de la coalición de Gobierno y de las dos principales agrupaciones de la oposición, el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes.

No obstante, es posible haya al menos otro candidato puesto que el partido La Izquierda se opone a la elección de Gauck.

Con la nominación de Joachim Gauck a la presidencia, el Ejecutivo alemán dio ayer por cerrada la sucesión de Christian Wulff y negó cualquier tipo de crisis en la coalición gobernante pese a las tensiones que rodearon la negociación.

Berlín trató ayer de poner punto y final a un fin de semana en el que la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller Merkel se ha visto forzada a aceptar al candidato de la oposición verde y socialdemócrata, después de que lo respaldase por sorpresa el Partido Liberal (FDP), su socio minoritario: "No deben preocuparse por la coalición, por su consistencia y en absoluto por el Gobierno", aseguró el portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, al ser interrogado por las consecuencias internas de la nominación.

Los medios alemanes han señalado que el debate sobre la sucesión de Wulff, que dimitió el viernes al verse envuelto en un escándalo de corrupción, ha supuesto la mayor crisis de la coalición, que ha pasado varios altibajos desde su formación en 2009. El Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes también han incidido en las grietas que ha dejado en el Ejecutivo la elección de Gauck, mientras el portavoz gubernamental prefirió enfatizar que, tal y como Merkel se propuso, el Gobierno ha logrado "alcanzar el objetivo" de dar rápidamente con un "candidato de consenso".

Seibert abogó por mirar hacia el futuro -y en primer lugar hacia el 18 de marzo, día de la elección oficial- haciendo gala, al menos públicamente, de pragmatismo y realismo.

"Ahora volvemos a ocuparnos del día a día, de lo urgente que nos está esperando: la crisis del euro, el cambio energético y otras cuestiones", explicó.