Los líderes de la Unión Europea tomaron ayer un primer contacto con el nuevo presidente ruso, Vladímir Putin, en una cumbre bilateral en la que no han logrado mover un solo punto de su agenda.

Las delegaciones de Moscú y Bruselas llegaron a San Petersburgo, ciudad natal del presidente ruso, con sus propias prioridades subrayadas en rojo dentro de la agenda de la cumbre, y se marchan con meras declaraciones de intenciones y sin acuerdos concretos.

Medio año tras la última cumbre celebrada en Bruselas, asuntos comerciales y económicos, sobre todo a cuenta de las leyes energéticas de la Unión y los acuerdos de libre comercio entre Moscú y algunas de sus vecinas ex repúblicas soviéticas, siguen siendo el talón de Aquiles en las relaciones ruso-europeas.

Reunión tras reunión, los dos socios unidos por un enorme intercambio comercial -más de 350.000 millones de dólares en 2011- no logran avanzar en la elaboración del acuerdo marco de cooperación bilateral.

"Estamos convencidos de que la consolidación de la Unión Aduanera (entre Rusia, Kazajistán y Bielorrusia), el Espacio económico común, y en un futuro posiblemente de una Unión Económica Euroasiática (sobre el espacio postsoviético) está en plena consonancia con el refuerzo de la cooperación entre Rusia y la UE", manifestó Putin.

No lo creen así en Bruselas, como quedó claro a la hora de negociar su acuerdo de cooperación con Ucrania, a la que en su día pusieron en la disyuntiva de elegir entre la integración comercial con los Veintisiete o el espacio económico postsoviético, en cuya creación y consolidación trabaja el Kremlin.

Tampoco se ha avanzado en la cooperación energética, otra diferencia entre Bruselas y Moscú marcada por el Tercer Paquete Energético, el nuevo marco legal europeo en vigor desde hace un año.

Rusia considera inaceptable que el marco legal, que fuerza la separación patrimonial de las actividades de producción, transporte y comercialización de energía e incluye salvaguardas para evitar que las redes caigan en manos de compañías extranjeras, afecte a los acuerdos comerciales anteriores a su entrada en vigor.

"Nos parece inaceptable la aplicación retroactiva de este documento a los contratos cerrados antes" de su entrada en vigor, se quejó Putin.

Por su parte, el presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, defendió la ley energética europea como una normativa "no discriminatoria".

"Estoy seguro de que se corresponde plenamente con el derecho internacional. El mercado no deja de liberalizarse. Esto nos llevará a una mayor competitividad y transparencia y no creará problema alguno a los operadores", indicó Durao Barroso.

Mientras Rusia insiste en agilizar la aprobación de un régimen bilateral sin visados, los Veintisiete se remiten a problemas técnicos que detienen el avance, aunque los temores de algunos socios van más por temas de la inmigración descontrolada y la entrada de elementos criminales en la UE.