El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha vuelto hoy al tono de dureza y amenaza contra los ocupantes del Parque Gezi de Estambul, tras tender ayer la mano y ofrecer celebrar un referéndum sobre el futuro de esa zona verde, que para muchos ha sido un mero gesto para calmar los ánimos.

Después de esa "marcha atrás", anunciada tras reunirse con un grupo de artistas, intelectuales y manifestantes, el jefe del Gobierno volvió hoy a pisar el acelerador y a arremeter contra los manifestantes, entre los que, denunció, hay miembros de grupos "extremistas" y "terroristas".

Hizo incluso una "última advertencia" a los miles de manifestantes, insinuando una nueva operación de represión policial contra el que ya es el parque más famosos de Turquía.

Muchos manifestantes no creen en la posibilidad de una consulta y consideran el anuncio de Erdogan como mera táctica para calmar los ánimos sin dar nada a cambio.

En todo caso, no está claro cuándo y cómo se celebraría el referéndum, cuya legalidad tampoco está fuera de duda.

El presidente del Consejo de Estado, el juez Hüseyin Karakullukcu, aseguró hoy que una consulta en ningún caso puede contravenir la decisión de la Justicia turca, que ha suspendido el proyecto urbanístico del parque Gezi.

"Yo no entiendo esto como un referéndum. Es más como un voto para responder a las demandas del público. Esto no puede dar vuelta a la decisión de la judicatura. La decisión judicial es esencial para el Estado de Derecho", aseguró el letrado.

Una acampada pacífica contra la demolición del parque para poner en marcha un gran proyecto urbanístico desencadenó a finales de mayo una ola de protestas en todo el país, que ha dejado cientos de heridos y detenidos, además de al menos cuatro muertos.

A diferencia del presidente turco, Abdullah Gül, y otros altos representantes del gobernante partido de Justicia y Desarrollo (AKP), el propio Erdogan mantiene desde el inicio de las protestas un tono desafiante en contra de los manifestantes.

El primer ministro no se cansa de destacar que cuenta con el apoyo de la mitad de la población y que ese respaldo le autoriza a realizar cualquier proyecto urbanístico anunciado antes de las elecciones.

De hecho, casi cada comentario de Erdogan ha aumentado la tensión en Turquía hasta ahora, y solo el anuncio ayer del referéndum hizo que el centro de Estambul pasara una de sus noches más tranquilas en dos semanas.

Mientras la calma reinaba en la metrópolis del Bósforo, en Ankara los manifestantes volvieron a salir a las calles, gritando "Dictador, dimite ya".

Hacían alusión así al creciente descontento de las clases medias seculares contra el estilo autoritario y poco dialogante de Erdogan, que no parece dispuesto a dar el brazo a torcer.

Para el fin de semana, el AKP ha convocado grandes manifestaciones de apoyo de sus seguidores en Ankara y Estambul.

Las masas que el partido islamista pretende reunir en las dos principales ciudades del país eurasiático servirán a Erdogan como una demostración de fuerza tanto dentro como fuera del país.

El Gobierno turco no enfrenta solo críticas de la oposición secular y de la clase media que apoyan las protestas, sino también un creciente malestar en la Unión Europea, que rechaza el "uso excesivo de la fuerza" por parte de la Policía turca.

Ante esta situación, algunos analistas consideran que tras la convocatoria del referéndum, el primer ministro debería cancelar las grandes marchas que ha convocado de sus seguidores para calmar la situación.

Otros aseguran que lo esencial será el lenguaje que Erdogan use ante sus partidarios para evitar una mayor crispación en el país.

Pero las declaraciones de hoy parecen ser un presagio de que el primer ministro turco está lejos de querer solucionar la mayor crisis de sus diez años de gobierno mediante el diálogo.