Miles de oficiales e instructores del ejército norcoreano están celebrando desde la semana pasada en Pyongyang su primera junta en más de una década, en un gesto que se cree destinado a subrayar su lealtad al líder Kim Jong-un, informó hoy el Gobierno surcoreano.

"La reunión se inició con la llegada a Pyongyang de unos 10.000 jefes de compañía y un número idéntico de instructores políticos del Ejército Popular de Corea el pasado jueves", detalló un portavoz del Ministerio de Unificación a la agencia surcoreana Yonhap.

La última reunión de oficiales de este tipo tuvo lugar en 1999, mientras que la de instructores se celebró por separado un año después.

Al igual que sucedía en muchos países comunistas, Corea del Norte tiene asignados instructores políticos para todos los mandos de compañía y para personal con rango superior con el objetivo de supervisar el adoctrinamiento político de las tropas de primera línea.

"La reunión probablemente esté encaminada a reforzar la lealtad de los oficiales hacia el líder, mejorar la moral de las tropas e inculcar un mayor sentido de la disciplina a los soldados de a pie", estimó el portavoz de Unificación.

Los medios norcoreanos han mostrado imágenes de asistentes a esta junta visitando importantes monumentos de la capital norcoreana como Mangyondae, lugar donde nació Kim Il-sung (fundador del país y abuelo del actual líder), o el Cementerio de los Mártires de la Revolución.

Al mismo tiempo, el portavoz de Unificación aseguró que el Norte aún no se ha pronunciado sobre si permitirá o no a parlamentarios surcoreanos visitar el complejo industrial intercoreano de Kaesong, situado en territorio norcoreano, el próximo 30 de octubre.

Los parlamentarios enviaron a Pyongyang una solicitud la pasada semana ya que quieren visitar Kaesong para conocer el estado actual de sus operaciones.

El polígono estuvo parado varios meses este año después de que Pyongyang retirara a sus trabajadores como parte de su campaña de amenazas contra Washington y Seúl, en protesta por sus maniobras conjuntas y las sanciones de la ONU.

Antes del cierre temporal, en el complejo unos 53.000 operarios norcoreanos fabricaban relojes, textiles y otros productos para empresas surcoreanas, que aprovechaban la mano de obra barata, al tiempo que el régimen norcoreano obtenía fondos aplicando una quita al sueldo de los trabajadores.