El primer ministro francés, Manuel Valls, abrió ayer la puerta a ligeras enmiendas en su ambicioso plan de recortes, con el objetivo de contrarrestar la oposición que las medidas despiertan en su propio Partido Socialista y conformar una mayoría parlamentaria suficiente que permita su aprobación.
Ante las crecientes críticas que desde el seno del Partido Socialista (PS) habían surgido contra su plan, el primer ministro jugó la carta del diálogo. Pero lo hizo con el ala más moderada de la formación, a la que recibió durante hora y media para escuchar sus propuestas, tendentes a suavizar los recortes en la parte que afecta a las clases más modestas.
Por el momento, Valls parece sordo a las peticiones de las corrientes más izquierdistas del PS, que consideran el plan un paso más en la austeridad que amenaza con frenar la incipiente recuperación económica.
El Consejo de Ministros publica hoy, miércoles, la copia definitiva del plan, anunciado el pasado día 16 y que contiene 50.000 millones en recortes entre 2015 y 2017 con congelación de pensiones, de salarios de funcionarios y de algunos servicios públicos.
Con ello, el Gobierno pretende financiar, sin subir los impuestos, la rebaja de las tasas patronales de 30.000 millones de euros destinada a mejorar la competitividad de las empresas francesas y cumplir con el objetivo de reducir el déficit comercial hasta el 3% del PIB. La Asamblea Nacional votará la iniciativa el próximo día 29, en un pleno en el que, pese a la mayoría absoluta socialista, Valls no tiene garantizada la victoria.
El plan Valls ha recibido duras críticas de la oposición conservadora, de los neocomunistas, de los ecologistas y sindicatos.