Las elecciones al Parlamento Europeo (PE) del pasado mayo tuvieron la participación más baja de la historia, un 42,54 %, todo lo contrario de lo que indicaban las cifras provisionales, lo que confirma la desconexión ciudadana de la Unión Europea (UE), dijo el analista político Pawel Swidlicki.

Las cifras provisionales, que situaban la participación en el 43,09 %, sugerían una subida del tirón de las urnas por primera vez desde que se inició la elección directa del PE en 1979, algo que finalmente no se ha reflejado en los datos definitivos publicados por la Eurocámara.

"Estos resultados confirman un apoyo decreciente (a la UE). Los ciudadanos no se sienten conectados con lo que ocurre en Bruselas", opinó Swidlicki, experto del centro de estudios Open Europe.

Por países, del total de 28 socios que tiene en la actualidad la UE, solo en ocho aumentó la participación en las pasadas elecciones con respecto a las de 2009: Alemania, Francia, Holanda, el Reino Unido, Grecia, Suecia, Finlandia y Lituania.

España registró una participación del 43,81 %, frente al 44,87 % de 2009, lo que la sitúa en undécima posición.

Los países en los que más ciudadanos fueron a votar en mayo fueron Bélgica y Luxemburgo, donde el voto es obligatorio, (89,64 % y 85,55 %, respectivamente), y Malta (74,80 %), mientras los que experimentaron una participación más baja fueron Eslovaquia (13,05 %), República Checa (18,20 %) y Polonia (23,83 %).

"Es cierto que la caída en la participación no es tan grande como otros años, pero este año se decía que iba a ser distinto porque los votantes iban a elegir al presidente de la Comisión Europea, y no ha sido así", destacó Swidlicki.

La bajada de la participación ha sido una constante en los ocho comicios a la Eurocámara celebrados desde 1979, incluso en elecciones celebradas después de pasos tan significativos en la construcción europea como la ratificación del Tratado de Maastricht.

En 1979, cuando la ciudadanía europea votó por primera vez se logró una participación del 61,99 % en los nueve Estados miembros que formaban entonces el club europeo.

Cinco años más tarde, cuando Grecia ya figuraba como Estado miembro, fue a votar el 58,98 % de los electores europeos, y el año mismo de la caída del muro de Berlín, 1989, los 12 nuevos socios comunitarios, de los que ya formaban parte España y Portugal, despertaron el interés del 58,41 % de los votantes comunitarios.

En 1994, ya firmado el Tratado de Maastricht y bautizados los Doce como "Unión Europea", la caída de la participación en las elecciones volvió a repetirse, hasta el 56,67 %.

Un lustro después, cuando la UE ya sumaba 15 miembros, se cayó hasta el 49,51 %, y con Veinticinco socios, en 2004, la cifra siguió empeorando y llegó al 45,47 %.

En 2009, se logró un 43 %, y finalmente en los comicios de este año la cifra se redujo al 42,54 %.

Swidlicki sólo ve una solución a este declive: "lograr un mejor equilibrio entre Parlamento Europeo y parlamentos nacionales", así como conseguir que "la Comisión Europea no ignore la voz de los parlamentos nacionales".

De los ciudadanos que sí fueron a votar, según los datos definitivos, el 29,43 % apoyó al Partido Popular Europeo (PPE), lo que supone un total de 221 eurodiputados de los 751 que componen la Eurocámara.

La segunda fuerza más votada fue la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, (25,43 % y 191 eurodiputados), y la tercera los Conservadores y Reformistas Europeos (9,32 % y 70 escaños), que venían de ocupar una quinta posición en la legislatura precedente.

La Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (ALDE) se hizo con 67 escaños, al lograr un respaldo del 8,92 %, mientras que Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica quedó finalmente en sexta posición (6,66 % y 50 diputados), seguido de Europa de la Libertad y de la Democracia Directa (6,39 % y 48 diputados).

Un total de 52 eurodiputados figuran como "no inscritos", es decir, como no perteneciente a ningún grupo político, entre los que figura la euroescéptica líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, que fue la fuerza más votada en Francia en las elecciones europeas del 25 de mayo.

La baja participación sumada al aumento de los populismos y los partidos euroescépticos y nacionalistas podría interpretarse en clave de "castigo a la UE" por el hartazgo ciudadano con las medidas tomadas desde Bruselas durante la crisis económica, pero Swidlicki insiste en que el principal motivo reside en que los europeos no sienten "suficiente conexión" con el proyecto europeo.