El ingente número de desplazados internos, así como de infraestructuras destruidas y la ruptura del tejido social y económico durante la reciente ofensiva bélica israelí ha ahondado la crisis humanitaria de Gaza, que afronta su tercera reconstrucción en apenas seis años.

Una titánica tarea que, según expertos internacionales, debería ser la última y cuyo éxito final dependerá de que se levante finalmente el bloqueo económico y el asedio militar israelí, que desde hace siete años estrangula a la población.

"Recibimos de forma positiva la noticia del alto el fuego porque pone fin de forma temporal a la violencia sobre la población civil", expuso David Andrés Viñas, responsable de incidencia política en Gaza para Oxfam.

"Pero mientras se sigan violando los derechos de los palestinos en Gaza y Cisjordania por las restricciones israelíes, es cuestión de tiempo que se repita", advirtió.

La situación se ve tan gris como los escombros de los casi 9.000 hogares destruidos por completo y los 7.900 con daños estructurales que los hacen inhabitables y dejan sin vivienda a más de 100.000 de los 450.000 desplazados internos.

Otras 57.000 casas podrán ser rehabilitadas pero sin fecha definida, manteniendo en suspenso el retorno de otras 200.000 personas. "El impacto más grande es el tema del desplazamiento, que afecta a un 28% de la población de Gaza, como resultado de la destrucción sistemática de infraestructuras. Es el efecto más visible de la crisis", dijo María José Torres, vicedirectora de la OCHA.

Sin embargo, expertos coinciden también en que la auténtica crisis gira en torno a un elemento menos evidente pero fundamental: el agua.

Previo al conflicto, la situación era tan crítica -un 95% del agua estaba contaminada-, que la ONU publicó un informe en el que se advertía de que en 2016 no quedaría agua potable.