Barack Obama, un presidente que llegó al poder impulsado en gran parte por la promesa de poner fin a "una década de guerras", prepara ahora a Estados Unidos para una nueva campaña bélica sin final claro, un giro en su política exterior que promete marcar su legado.

En el mismo discurso en el que anunció una campaña "implacable" para perseguir al Estado Islámico (EI) "dondequiera que esté", Obama se esforzó en subrayar que su ofensiva no incluirá tropas estadounidenses en combate y es, por tanto, "diferente a las guerras en Irak y Afganistán" que emprendió su predecesor, George W. Bush.

Para un mandatario que basó parte de su campaña presidencial en el rechazo a lo que llamaba la "guerra tonta" de Bush en Irak, el envío de unos 1.600 militares a ese país y los bombardeos que ahora amplía también a Siria dan pie a una paradoja que, previsiblemente, pasará el resto de su mandato intentando justificar.

"¿Cómo puede ser que este equipo (de Obama) que llegó al poder determinado a remediar el abuso de poder de la Administración de Bush acabe inmerso en un conflicto con un final mucho más abierto y con consecuencias igual de importantes?", dijo hoy Rosa Brooks, que fue funcionaria en el Pentágono de Obama entre 2009 y 2011.

"Esto es un problema de legado para él", agregó Brooks en declaraciones al diario The Washington Post.

Para David Rothkopf, editor de la revista Foreign Policy, está claro que lo que el mandatario anunció el miércoles por la noche "no era lo que Barack Obama había previsto para su presidencia".

"Salir de Irak y Afganistán era el motivo por el que llegó a la Casa Blanca, y es difícil imaginar un presidente estadounidense más comprometido a no profundizar la implicación de este país en Oriente Medio. Pero allí ha vuelto, y aquí estamos de nuevo", escribió hoy Rothkopf en la revista.

El corresponsal jefe del Washington Post, Dan Balz, opinó hoy que Obama "ha puesto en marcha un conflicto sin un cronograma definido, una lucha que podría durar el resto de su presidencia e ir más allá", y que supone "una de las pruebas más difíciles de su mandato, que lo conduce en una dirección nueva e inesperada".

Obama se esforzó el miércoles por establecer un modelo para su campaña contra el EI que se alejara del implementado por Bush en Irak, y apuntó para ello a sus propias campañas antiterroristas en Yemen y Somalia, basadas mayoritariamente en ataques selectivos de aviones no tripulados para eliminar a líderes terroristas.

Pero la nueva ofensiva supera las dimensiones de esos esfuerzos, a juzgar por el número de ataques lanzados en Irak -más de 160 en un mes, frente a los alrededor de cien ataques en varios años que algunos grupos han contabilizado en Yemen- y la promesa de Obama de sincronizar sus bombardeos con los de las fuerzas iraquíes y atacar al EI también en Siria.

"Si alguien quiere pensar en esto como una guerra contra el EI, pueden hacerlo, pero el hecho es que es una gran operación antiterrorista que tendrá muchas partes diferentes en movimiento", señaló hoy el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en una entrevista con la cadena CNN.

En sus sesiones con el Congreso esta semana, varios altos funcionarios reconocieron que la campaña que Obama comenzó el miércoles tendrá que terminarla otro presidente, al calcular que la lucha contra el EI durará por lo menos tres años, más allá de enero de 2017, cuando el mandatario dejará la Casa Blanca.

"Haremos el máximo trabajo posible (para degradar a EI) con el tiempo que el presidente tiene disponible", aseguró a los periodistas un alto funcionario estadounidense que pidió el anonimato.

Al mismo tiempo, la Administración de Obama deberá hacer frente a otras aristas aún por pulir de la estrategia, como los "riesgos" que suponen los "intereses encontrados" de muchos de los países árabes que la Casa Blanca necesita como aliados en su coalición contra el EI, en palabras de Frederic Wehrey.

"Hay indicaciones de que cada uno de los aliados locales contra el EI está usando los ataques aéreos para impulsar sus propios objetivos políticos", señaló a la cadena CNN Wehrey, un experto en Oriente Medio en el centro de estudios Carnegie.

Si Obama recibió de Bush dos complicadas incursiones en Irak y Afganistán, el sucesor del actual mandatario puede prepararse para heredar una guerra en Irak y Siria, alejada de esquemas convencionales y apoyada en aliados internacionales en lugar de en grandes despliegues terrestres, pero guerra al fin y al cabo.