El primer ministro británico, David Cameron, presentó ayer una batería de medidas draconianas para controlar la inmigración comunitaria en el Reino Unido y prometió negociar con sus socios de la UE para que acepten sus reformas.

En un evento que tuvo lugar en una planta que fabrica equipos para la construcción en Staffordshire, centro de Inglaterra, Cameron pronunció su muy esperado discurso sobre inmigración, cuando faltan menos de seis meses para las elecciones generales.

El plan, que solo saldrá adelante si Cameron es reelegido para un segundo mandato de Gobierno, impone duras restricciones a los comunitarios que quieran trabajar en el Reino Unido, como el plazo de seis meses para que encuentren trabajo o haber vivido cuatro años en el país antes de beneficiarse de los subsidios estatales.

Aunque Cameron reconoció que se trata de unas medidas "radicales", las consideró "razonables" y "justas" por la fuerte presión que sufren los servicios esenciales, como las escuelas y los hospitales, para atender las necesidades de la población.

Además de obligar a los comunitarios a volver a sus países si no encuentran trabajo en seis meses, los "tories" quieren hacer más difícil que los inmigrantes de la UE traigan a sus familiares.

También busca acelerar el proceso de deportación de los condenados por delitos y extender el periodo de expulsión del país de aquellas personas que fueron deportadas por delitos relacionados con la mendicidad y el fraude.