El movimiento "Patriotas europeos contra la islamización de Occidente" (Pegida) se afianza en su bastión de Dresde (este de Alemania), mientras crece el rechazo en otras ciudades y la clase política germana condena unas marchas con rasgos xenófobos que ensombrecen la imagen del país.

Cerca de 18.000 seguidores de Pegida salieron a la calle en la capital de Sajonia para reclamar una ley de asilo más restrictiva y defender sus raíces judeo-cristianas, marcando un nuevo récord de afluencia en las convocatorias organizadas cada lunes, desde hace ya más de dos meses.

Los medios alemanes destacaron ayer la repercusión internacional de las manifestaciones y el intento de contrarrestarla del ministro de Interior, Thomas de Maizière, quien concedió una entrevista en inglés a la cadena estadounidense CNN poco antes de que Pegida se concentrara en Dresde.

Las tendencias islamófobas son "preocupantes", subrayó el ministro, pero no debe sobrevalorarse un movimiento que es por el momento "un fenómeno regional".

De hecho en numerosas ciudades -como Berlín, Stuttgart, Colonia o Münste- se sucedieron en la noche del lunes marchas contra la xenofobia y alrededor de 30.000 personas participaron en contramanifestaciones, según cifras actualizadas ofrecidas por la policía.

En opinión de De Maizière, la clase política debe ocuparse del problema de la inmigración y de la integración, pero no dejar que Pegida domine la agenda en un país que ha aprendido la lección del régimen nazi y es "una democracia capaz de defenderse".

Desde las páginas del popular diario "Bild", cincuenta personalidades, liderados por los excancilleres socialdemócratas Gerhard Shröeder y Helmut Schmidt, se rebelaron ayer también frente a la islamofobia.

"Hace catorce años tuvo lugar el levantamiento de los decentes y lo necesitamos ahora de nuevo", subrayó Schröder en referencia a la multitudinaria manifestación contra la xenofobia que tuvo lugar en Berlín en el año 2000, tras registrarse ataques antisemitas.