En ausencia de negociaciones y tras el varapalo sufrido en el Consejo de Seguridad de la ONU, el liderazgo palestino ha emprendido una nueva ofensiva que busca presionar a Israel con la adhesión a la Corte Penal Internacional (CPI).

El presidente palestino, Mahmud Abás, adoptó esta decisión, reprimida durante mucho tiempo pese al clamor popular, después de que fracasara la última iniciativa ante la ONU que buscaba poner coto a la ocupación israelí al concluir el 2017.

Pese a que el proyecto de resolución, a priori de difícil trámite, trataba de poner contra las cuerdas a Washington y obligarle a ejercer su derecho de veto en el Consejo de Seguridad, finalmente la iniciativa no prosperó por falta de apoyo de los nueve miembros requeridos.

Ante esta contrariedad, el líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) piensa seguir intentándolo con la esperanza de obtener un resultado diferente, a la luz de que desde el 1 de enero los miembros no permanentes del Consejo son otros.

"No fallamos, el Consejo de Seguridad de la ONU nos falló. Iremos nuevamente al Consejo de Seguridad, ¿por qué no?", dijo recientemente Abás, que no descarta presentar "una tercera o incluso una cuarta" iniciativa.

Y es que cuando los palestinos acudieron al máximo órgano decisorio de la ONU en 2011 en busca de reconocimiento y recibieron la negativa por respuesta no tiraron la toalla y, sólo un año después, lograron que la Asamblea General les otorgase el estatus de estado observador no miembro de la organización.

En un primer momento estos pasos, tachados de "unilaterales" y "contraproducentes" por Israel y su principal aliado, EEUU, fueron desdeñados y considerados en diversos ámbitos una medida meramente simbólica destinada a circundar los esfuerzos de Washington para devolver a ambas partes al redil del diálogo de paz.

Pero con los años esa mirada ha cobrado fuerza hasta convertirse en única vía de escape a disposición del liderazgo palestino y un aval que presentar ante una población que no vislumbra el final de la ocupación israelí desde 1967.

Palestina es hoy reconocida por 135 de los 193 países de la ONU, es estado miembro de la Unesco y ha suscrito decenas de tratados internacionales.

A partir del 1 de abril se sumará a la CPI y aspira a adherirse a finales de 2015 a la Interpol, entre otros organismos.

"Sin negociaciones ni la suficiente e inmediata presión de los estadounidenses para que Israel cese la expansión de asentamientos, al liderazgo palestino no le ha quedado otra opción que acudir a la comunidad internacional y al Consejo de Seguridad", expresa Nidal Fuqaha, responsable de la Coalición de Paz Palestina.

Tras ocho años al frente de esta coalición, no cree "que el Consejo de Seguridad o la CPI vayan a dar un Estado a Palestina, pero aún así son herramientas que pueden ser empleadas para proteger el principio básico de la solución de dos estados".

Abás ha adoptado en apariencia un enfoque más agresivo demostrando que no se siente desalentado por las amenazas de EEUU de retirarle el apoyo de 400 millones de dólares de ayudas anuales, ni por las medidas punitivas de Israel.

El Ejecutivo de Benjamín Netanyahu ha congelado la transferencia de 105 millones de euros mensuales que recauda en nombre de la ANP.

Ante esta situación, muchos en la calle palestina parecen no temer ya las consecuencias y se aferran a la alternativa que presentan los países árabes o a su dignidad como nación.

"La estrategia para obtener reconocimiento está funcionando. Estamos tratando de dar un impulso con hechos sobre el terreno frente a los hechos sobre el terreno ilegales de Israel", opina Mustafa Barguti, que encabeza la Iniciativa Nacional Palestina.

Considerado una de las voces más críticas de la sociedad civil, Barguti aboga por ir más allá y "entregar la llave" a Israel y desarticular la ANP como un acto de "desobediencia civil".

"O creamos un Estado o no podemos continuar así. Debemos cesar la coordinación de seguridad (con Israel), no podemos seguir siendo rehenes de las necesidades de la ANP", apostilla.

El negociador israelí Moti Cristal comprende que "cuando Abás tiene un deseo genuino de no regresar a la violencia y las negociaciones están muertas, la única puerta abierta para él es la comunidad internacional".

Pero califica sus decisiones de "contraproducentes", porque "refuerzan a la derecha en Israel y su argumento de que Abás no es un interlocutor".