Bélgica, el país europeo con más nacionales que han viajado a Siria o Irak para combatir junto al Estado Islámico, vive hoy con un temor que raya la "psicosis" el riesgo de atentados terroristas, tras los ataques de París y el desmantelamiento en tres ciudades belgas de una célula yihadista.

Cada día hay un ejemplo del miedo de la población a la amenaza terrorista, como la cancelación esta semana de una exposición del Museo Hergé de Bruselas en homenaje a los dibujantes del semanario satírico francés Charlie Hebdo o la anulación de un festival de cine en Tournai, ante las "serias pruebas de riesgo de atentado".

Esa intranquilidad afecta a todos los niveles de la sociedad belga, y en particular a las comunidades musulmana y judía del país.

Según el director de la Asociación Europea de Judíos, el rabino Menachem Margolin, el miedo entre este colectivo es grande, porque se sabe "objetivo directo" de un posible atentado.

"Los judíos tienen miedo de ir a la sinagoga, al colegio o incluso al supermercado, hasta el punto de que cada vez hay más que encargan que se les lleve la compra a casa. Yo mismo tengo mucho cuidado cuando voy por la calle, especialmente si voy con mis hijos", dice el rabino.

Margolin ha pedido al Ejecutivo belga que considere la posibilidad de permitir a ciertas personas, designadas dentro de la comunidad judía, llevar armas como medida de protección.

"Es responsabilidad del Gobierno proteger a todas las instituciones judías (...) las 24 horas del día", considera el rabino, que añade que si ello no es factible por falta de recursos u otros motivos, al menos se debe permitir que la comunidad asigne a determinadas personas las tareas de seguridad.

Según el rabino, el temor que sienten los judíos en general en toda Europa hace que muchos de ellos estén emigrando a otros países, en particular hacia Israel.

La comunidad musulmana, por su parte, tiene miedo de ser estigmatizada, explica el imán de la gran mezquita de Bruselas, Mohamed Galaye.

"Hay una inquietud ante lo que ha pasado en Francia y en Bélgica. Los de Francia eran delincuentes conocidos por la Policía y los servicios de seguridad que se habían radicalizado, por lo que hace falta plantearse muchas preguntas: ¿Es el sistema el que ha producido esto?", señala.

El religioso recuerda que en Bélgica viven 600.000 musulmanes; "Si todos (...) fueran terroristas o integristas, asistiríamos a un atentado en cada momento", añade.

Para combatir la radicalización, considera el imán, hace falta "una nueva política de integración social, ayudar a las instituciones musulmanas a propagar mejor el mensaje de paz y tolerancia y actividades para los jóvenes, con el fin de sensibilizarles sobre el sentido ciudadano".

La intranquilidad se percibe también en centros escolares y así una escuela de primaria de la región de Flandes decidió hace unos días anular la visita de sus alumnos de 10 años a la ópera de Bruselas por motivos de seguridad.

Además, las ventas de chalecos antibalas en el territorio belga se han multiplicado por cinco y para algunos modelos hay largas listas de espera.

El miedo ha ido creciendo especialmente desde la operación antiterrorista del pasado 15 de enero contra una supuesta célula yihadista que pretendía atentar de forma inminente contra la Policía.

Inmediatamente después, el Gobierno federal acordó elevar el nivel de alerta en el país por posible amenaza terrorista, que subió del 2 al 3, quedando a un peldaño del máximo.

Además, planteó un plan antiterrorista que ha permitido a los militares salir a las calles para vigilar lugares considerados "sensibles", como sinagogas, embajadas o instituciones europeas.

La presencia del ejército en Amberes, Bruselas y otras ciudades, en principio una medida temporal que durará un mes, podría prolongarse a la vista de las peticiones que llegan de distintos puntos del país.

Entre algunos de los militares que vigilan esos puntos también se producen momentos de nerviosismo hasta el punto de requerir la cámara de vídeo y borrar imágenes del exterior del museo Judío de Bruselas, alegando motivos de seguridad.

El alcalde de Bruselas, Yvan Mayeur, admitió hace unos días que la capital belga "no está al abrigo de un atentado" y pidió al Gobierno el refuerzo de los dispositivos policiales.

El primer ministro belga, Charles Michel, recalcó por su parte que "son una extrema minoría" los musulmanes que suponen "un problema" y que la mayoría de esa comunidad es tranquila y hace "lo mejor para su país".