La Fiscalía mexicana aseguró ayer que ha comprobado "científicamente" y "a plenitud" que los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron asesinados e incinerados en un basurero por miembros del cártel de Guerreros Unidos al creer que pertenecían a un grupo antagónico.

Cuatro meses y un día después de la desaparición de los jóvenes en el municipio de Iguala, en el sureño estado de Guerrero, el fiscal general, Jesús Murillo, y el director de la agencia de investigación criminal, Tomás Zerón, ofrecieron una rueda de prensa para presentar las conclusiones del caso.

Pese a que solo uno de los restos encontrados en el basurero ha sido identificado, el de Alexander Mora, Murillo explicó que las pruebas científicas y periciales dan sustento a los testimonios de los autores materiales detenidos.

Entre ellos el de Felipe Rodríguez, alias el Cepillo, el último detenido, quien dirigió la operación de asesinato e incineración de los 43 jóvenes, ordenando quemar todas sus pertenencias, incluidos los teléfonos móviles.

El fiscal confirmó así que gracias a 487 dictámenes periciales, 386 declaraciones y dos reconstrucciones de hechos, "ha quedado acreditado" de un modo "contundente" que los jóvenes fueron secuestrados por policías de Iguala y asesinados, incinerados y arrojados al río San Juan por los criminales.

Aunque "cerrar el caso no es la palabra adecuada -dijo-, los elementos de la averiguación son suficientes para determinar que ahí los mataron y los incineraron", añadió Murillo, quien insistió en que hay muchos más indicios concluyentes "que en otros muchos casos".

"Hay cuatro confesiones de autores materiales, confesiones de los policías que los trasladaron a ese lugar y se los entregaron a estas gentes" y, además, han sido identificados "plenamente" cuatro de los estudiantes.

Uno por un laboratorio de Austria que ha analizado algunos de los restos encontrados y los otros tres porque los asesinos los ubicaron en el lugar de los hechos, citando sus apodos, ya que fueron interrogados antes de matarlos al pensar que podían ser infiltrados del cártel rival.