El primer ministro británico, David Cameron, ha iniciado su segundo mandato dispuesto a preparar el referéndum de la UE, pero el camino puede presentarse escabroso por las presiones de los euroescépticos y las reticencias de Europa.

Con una importante victoria en los comicios del 7 de mayo, en los que su partido, el Conservador, consiguió la mayoría absoluta, Cameron ha dado prioridad al plebiscito sobre la permanencia o salida del Reino Unido de la UE, una de sus promesas electorales y una cansina exigencia del ala euroescéptica de su formación.

Los comentaristas británicos creen que Cameron puede incluso adelantar el referéndum a finales de 2016, en lugar de 2017, al tener en sus manos un fuerte mandato electoral que le coloca en posición ventajosa a la hora de negociar con Europa.

Sin embargo, el líder "tory" no lo tendrá fácil porque las negociaciones con Bruselas llevan "tiempo, esfuerzo, paciencia, mucha paciencia", dijo Nick Wright, experto en política europea de la Universidad inglesa de East Anglia.

Además, Cameron -que obtuvo 331 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes del Parlamento de Westminster- aún no ha sido muy específico sobre las reformas que busca antes del referéndum, más allá de decir que quiere restringir el acceso de los comunitarios a las ayudas estatales británicas o cambios en materia de Justicia.

Algunos países de Europa del este -como Eslovaquia o Hungría- ya han advertido al primer ministro de que no debe "tocar" el principio de libre movimiento de los trabajadores comunitarios.

Para el ministro húngaro de Europa, Szabolcs Takács, el movimiento de trabajadores es una "línea roja" que no se puede tocar y lo consideró como uno de los grandes logros de la UE.

"No nos gusta cuando los trabajadores húngaros son llamados inmigrantes, son ciudadanos de la UE con la libertad de trabajar en otros países europeos", dijo Takács al "Financial Times".

Y Cameron se topará con dificultades en Europa si busca "cambios fundamentales" en vez de "cambios técnicos sobre reglas y regulaciones y cómo deben ser implementadas", según Wright.

"Hay algunos países que son solidarios con las preocupaciones británicas sobre el acceso a los subsidios estatales (de los comunitarios) y la inquietud sobre el impacto de un importante movimiento de trabajadores. Hay poco apetito por la salida del Reino Unido, pero eso no quiere decir que la permanencia británica se haga a cualquier precio para los otros 27", opina el catedrático.

Pero más allá de los problemas en el bloque europeo, el primer ministro puede enfrentarse en casa a nuevas exigencias de la poderosa ala euroescéptica del Partido Conservador, la misma que hizo tambalear en su día al ex primer ministro John Major (1990-97).

El experto político Paul Whiteley, de la Universidad de Essex, dijo que Cameron mantendrá la fecha del plebiscito, pero "habrá problemas en el Partido Conservador, pues creo que su plan de juego es anunciar como gran victoria concesiones menores de la UE y recomendar al (pueblo del) Reino Unido que se quede en la UE".

Según Whiteley, los conservadores del ala derecha creen que este es el plan de Cameron, algo compartido también por el eurófobo Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP).

"Esto provocará enormes problemas dentro del Partido Conservador -considera Whiteley-, ya que hay diputados del ala derecha del partido que realmente quieren salirse de la UE".

En este mismo sentido opina Nick Wright, que recuerda que el Partido Conservador nunca afrontó el asunto europeo y ha sido un "desafío" para esta formación desde los tiempos de John Major.

Europa se ha convertido, agrega, en un asunto "visceral, emocional y psicológico" para los conservadores británicos.

"Y correrá sangre antes del final de todo esto", anticipa Wright.