La canciller alemana, Angela Merkel, celebra mañana, desde su condición de líder atípica, diez años de la victoria electoral que la llevó al poder en Alemania, tras derrotar por la mínima ventaja al socialdemócrata Gerhard Schröder.

Frialdad o exceso de sangre fría son dos etiquetas que se atribuyen a Merkel, a la que tan pronto se reprocha lentitud en sus reacciones -por ejemplo, ante el drama de los refugiados- como tratar de imponer la ley del más fuerte -en la eurozona-.

La noche del 18 de septiembre de 2005, Merkel dio ya un recital de su peculiar forma de encajar una situación, pocas horas después de cerrarse las urnas que dieron la victoria a sus filas conservadoras por el 35,2 % de los votos, solo un punto por encima del resultado obtenido por el entonces canciller Schröder.

Fue en la "Ronda de los Elefantes", tradicional tertulia de la televisión pública entre los principales candidatos de los partidos, vencedores y vencidos; diez años después se aprecian con más claridad que entonces las claves del comportamiento de Merkel.

Durante semanas, los sondeos habían apuntado a una victoria por hasta diez puntos de la aspirante frente a Schröder, quien había convocado elecciones anticipadas en pleno desgaste de poder por los recortes infligidos con sus reformas estructurales, la llamada Agenda 2010.

El casi empate final envalentonó aparentemente al aún canciller, quien saltó a la "Ronda" disputándole a Merkel la victoria y afirmando que su Partido Socialdemócrata (SPD) nunca se sometería a una gran coalición bajo el liderazgo de ella.

La imagen del derrotado pero combativo Schröder contrastaba con la incapacidad de la teórica ganadora para rebatírselo, mientras el líder liberal Guido Westerwelle salía en su defensa y se preguntaba qué se había tomado el canciller antes del programa.

Ya hacía el final, Merkel se permitió apuntar que lo mejor era esperar un par de días y dejar que empezaran las conversaciones para buscar aliados, que se cerraron, tras un proceso laborioso, con una gran coalición, por supuesto bajo su liderazgo.

"Es una persona discreta, que no reacciona a un exabrupto con salidas de tono, sino analizando la situación", explica Lothar de Maizière, el primer ministro de la República Democrática Alemana (RDA) durante la transición precipitada por la caída del Muro de Berlín, en 1989.

Merkel es capaz de resolver el problema más complejo seccionándolo en cada uno de sus elementos, "una cualidad propia del ámbito científico del que procede y poco común en la política", añadía en un encuentro con los medios el político y abogado.

Tenía un talento especial, pero nadie hubiera vaticinado que pudiera hacer carrera en política alguien como ella, hija de un pastor protestante crecida en la RDA, que "no procedía de ninguna elite, ni social ni dentro del partido".

De Maizière convirtió en viceportavoz de su Gobierno a Merkel, quien de miembro de las juventudes comunistas de la RDA había pasado a integrarse en los grupos de la oposición cristianodemócrata y abandonado su teórico futuro como doctora en Ciencias Físicas.

"Ni yo ni (Helmut) Kohl inventamos el ''fenómeno'' Merkel. Ella encontró su camino al poder", sostuvo De Maizière, retirado de la política, en la presentación del libro "El camino de Merkel en la transición", del periodista austríaco Ewald König.

La actual canciller pasó de apadrinada suya a ministra de Kohl, en 1991, y asumió las riendas de la Unión Cristianodemócrata (CDU) en 2000, en medio del escándalo de financiación irregular que estalló en el declive del patriarca.

Schröder no fue el único que cometió el error de subestimar a una contrincante que consideraba menor, tanto en la campaña electoral como en ese programa de televisión en el que él mismo reconoció luego que estuvo "suboptimal" -nada óptimo, en definición, dijo, de su esposa Doris-.

Hay una larga lista de exrivales internos en la CDU que incurrieron en esa misma falta y se vieron desbancados.

El aniversario de la victoria de 2005 se produce en plena crisis humanitaria de los refugiados, factor de riesgo en una UE en situación crítica que vuelve a poner a prueba la mente analítica de Merkel, de 61 años.