Portugal da por hecho que el actual primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, será quien forme Gobierno tras su triunfo en las elecciones de ayer, aunque la ausencia de mayoría absoluta augura una nueva legislatura de inestabilidad.

La prensa lusa, analistas financieros y la propia historia de las elecciones -siempre lideró el país el candidato que obtuvo mayor número de votos en los comicios- apuntan a que Passos Coelho volverá a situarse al frente del Ejecutivo, aunque la decisión final está en manos del jefe del Estado, Aníbal Cavaco Silva.

La incertidumbre se mantiene ya que, a falta de asignar cuatro diputados -dependen del escrutinio de los votos recogidos en consulados en el extranjero-, la coalición conservadora cuenta con 104 escaños sobre un total de 230, los mismos que la suma entre socialistas (85) y los marxistas del Bloque de Izquierda (19).

De hecho, un tripartito entre estas dos formaciones y el Partido Comunista (17) contaría con mayoría absoluta, aunque a priori ese acuerdo a tres bandas parece impensable por las notables diferencias que separan sus programas.

"Si la coalición de derecha no tiene mayoría, no será por el Bloque de Izquierda que consiga formar Gobierno", dijo ayer la líder del grupo marxista, Catarina Martins, abriendo así la puerta a una hipotética negociación con los socialistas.

Sin embargo, el aspirante socialista, António Costa, pareció cerrar esa misma puerta, al decir poco después que no alimentará "mayorías negativas".

Desde su misma formación, el diputado Vitalino Canas interpretó hoy que las palabras de Costa mostraron que está dispuesto a hablar con "la izquierda y la derecha" y auguró que la posición oficial de la formación quedará más clara mañana, tras una reunión de sus dirigentes.

Si finalmente se confirma su negativa, el presidente luso tendría dos opciones: aceptar el Gobierno en minoría de Passos Coelho o exhortar a los conservadores a alcanzar un acuerdo con los socialistas para explorar las posibilidades de un Gobierno de concentración.

"Portugal precisa de un Gobierno sólido, estable y duradero", dijo Cavaco Silva cuando anunció la fecha de los comicios, el pasado julio.

En cualquier caso, el Partido Socialista es el foco de toda la atención ya que, pese a su clara derrota (obtuvo el 32,3 %, 240.000 votos menos que la centro-derecha), tendrá en sus manos la llave para dar vía libre a la gobernación o, en última instancia, forzar elecciones anticipadas.

La primera prueba de fuego para el nuevo Ejecutivo llegará pronto, nada más se conforme el nuevo Parlamento, con la discusión del proyecto de presupuestos para 2016.

Aunque no será la primera vez que Portugal es dirigido por un Gobierno con minoría en la Cámara, el último precedente es de infausto recuerdo para el país.

El socialista José Sócrates -actualmente en prisión domiciliaria por sospechas de corrupción, fraude fiscal y blanqueo de capitales- perdió la mayoría absoluta en 2009 y necesitó del apoyo puntual de los conservadores durante la siguiente legislatura para poder aprobar leyes clave, como la de los presupuestos.

Sin embargo, en 2011 Passos Coelho decidió dejar de respaldarlo por diferencias con el entonces primer ministro, lo que acabó precipitando la dimisión de Sócrates, la convocatoria de elecciones anticipadas e incluso la petición de rescate financiero.

"Sin mayoría absoluta, la coalición PSD-CDS podrá necesitar el apoyo del Partido Socialista para aprobar medidas. Una de las primeras deberán ser los presupuestos, aunque los gobiernos minoritarios en Portugal sufren frecuentemente de inestabilidad y divergencia dentro del propio Ejecutivo", alertaba hoy en una nota de análisis el banco portugués BIG.

El debate sobre las dudas que despierta la formación de un Gobierno en Portugal y la nueva legislatura coincidió hoy con la celebración del 105 aniversario de la instauración de la República, en esta ocasión sin casi repercusión pública.

Por tercer año consecutivo la jornada no fue día festivo tras ser suprimido del calendario laboral como parte de la batería de ajustes aplicados por el Ejecutivo.

Al contrario de lo habitual, ni siquiera el presidente participó en los actos públicos convocados ni hizo ningún discurso al país, con el objetivo de poder "reflexionar" sobre el resultado de los comicios.