La concesión del premio nobel de la Paz al Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez supone un espaldarazo a llamada "revolución del jazmín" y insufla aire a un proceso de transición que se había visto frenado en los últimos meses por las disputas políticas, la crisis económica y el auge del yihadismo.

Compartido por La Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la Patronal (UTICA), la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTDH) y la Asociación de Magistrados, el galardón ha caído como una enorme -y grata sorpresa- para la sociedad acostumbrada este año a recibir solo noticias negativas.

"Ha llegado en un buen momento, es una buena noticia en un contexto nacional caracterizado por la crisis y la tristeza", explicó el secretario general del partido de oposición de izquierdas Masar, Samir el Taiyeb

"Túnez no es tierra de violencia y terrorismo, también es sinónimo de contribución a la paz y al progreso", añadió El Taiyeb antes de asegurar que es un premio merecido porque el cuarteto realizó un considerable esfuerzo para sacar al país de la crisis política".

Una crisis "que paralizó la transición democrática. Gracias a ellos se pudo finalizar una nueva Constitución democrática y ahora podemos decir al mundo que este pequeño país no merece la reputación que se propaga de violento y exportador de terroristas", agregó.

Una sensación, está última, que sobrevuela el país norteafricano desde que este año dos brutales atentados contra turistas, uno en marzo y otro en junio, segaran la vida de sesenta turistas extranjeros, hundieran el sector turístico, uno de los principales motores del país, y extendieran el miedo.

Miedo en los inversores, miedo en los turistas, y miedo entre los propios tunecinos, que no solo comenzaron a temer un tipo de terrorismo que desconocían, si no que el combate contra esta lacra sirviera como excusa para recuperar políticas represivas del pasado que tanto había costado tumbar.

En julio, y precisamente con este argumento, el gobierno impuso de nuevo el Estado de emergencia, medida levantada hace una semana pero que despertó críticas generalizadas de los movimientos sociales y nueva agitación callejera.

El pasado septiembre, y desafiando la ley de emergencia, cientos de personas protestaron en el centro de la capital contra una directiva que en su opinión es injusta y socava los pilares en los que se sustentó el levantamiento en 2011 contra la tiranía del huido Zinedin abedin Bin Ali.

Frente al argumento oficial de que servirá para que afloren miles de millones de euros que ayudarán a reavivar la economía, la oposición responde que devendrá "en un salvoconducto para que regresen aquellos que durante años esquilmaron las arcas públicas".

La corrupción, aún rampante en el país y trasfondo de la mayoría de las polémicas junto a los lentos avances en la justicia, se cobró esta semana, además, la primera víctima en el Ejecutivo.

El ya ex ministro tunecino de relaciones con las Cortes, Lazhar Akremi, presentó este lunes su dimisión con una larga carta dirigida al primer ministro, Habib Essid, (exfuncionario del antiguo régimen) en la que daba como principal razón el desinterés y los obstáculos que percibía en la lucha contra la misma.

La renuncia fue enseguida aprovechada por la oposición y algunos movimientos sociales para profundizar en las críticas al Ejecutivo y exigir la renuncia de la actual coalición de gobierno, integrada por la alianza laica "Nida Tunis" (mayoritaria), los islamistas de Al Nahda, los liberales Unión Patriótica Libre y el partido liberal, Afek Tounes.

A este ambiente enrarecido se sumó el jueves el intento fallido de asesinato de Ridha Charfeddine, diputado del partido mayoritario "Nida Tunis".

El ataque, perpetrado al parecer por un solo hombre armado en la ciudad costera de Susa, ha resucitado los fantasmas de la lucha política que están detrás de los asesinatos durante la transición de los líderes locales Chokri Belaïd y Mohamed Brahmi, que aceleraron la formación del galardonado Cuarteto.

Ambos crímenes no han sido aún esclarecidos, aunque las sospechas apuntan a los grupos salafistas y yihadistas que se han fortalecido en el país gracias a la amnistía general de 2011 y el estallido de la guerra civil en Libia.

Desde el triunfo de la revolución, fuerzas de Seguridad tunecinas luchan contra grupos radicales armados en kasserine, una región montañosa en la frontera con Argelia que se ha convertido en centro de reunión de yihadistas de todo el Magreb.

Además, Túnez es el primer país del mundo en número de voluntarios que viajan a luchar junto al Estado Islámico en Siria, con más de 5.000 milicianos y colaboradores, de los que cerca un 15 por ciento han regresado.