Al menos un hombre ha muerto y tres han resultado heridos en un ataque con disparos perpetrado hoy contra una mezquita chií en el norte de Bangladesh, en el segundo atentado contra esta minoría islámica en poco más de un mes en el país asiático, informaron fuentes oficiales.

El ataque ocurrió en torno a las 17.45 hora local (11.45 GMT) en la población de Haripur, del distrito septentrional de Bogra, donde hombres armados irrumpieron en el templo en el momento del rezo vespertino y abrieron fuego contra los fieles allí congregados, explicó una fuente policial.

El fallecido es el muecín de la mezquita, y entre los heridos figura el imán del templo, según declararon al portal digital Bdnews24 un alto mando policial y un doctor del centro médico al que fueron trasladadas las víctimas.

El ataque de hoy llega después de que el pasado 24 de octubre dos personas perdieran la vida y un centenar resultaran heridas por la explosión de tres artefactos durante una procesión chií en la parte vieja de Dacca.

Aquel ataque, que según observadores locales fue el primero contra musulmanes chiíes en 400 años de historia de la capital bangladesí, fue reivindicado supuestamente por el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Sin embargo, las autoridades niegan tajantemente la presencia del EI en su territorio, y esta misma mañana la Policía anunció el arresto de cinco personas y la muerte de una sexta, sospechosas de haber organizado el ataque de octubre, a las que vinculó con el grupo extremista local Jamaatul Muyahideen Bangladesh (JMB).

El 90 % de los 160 millones de habitantes de Bangladesh son musulmanes, la inmensa mayoría de ellos suníes y unas pocas decenas de miles chiíes, aunque al país, de carácter constitucional secular, se le ha asignado tradicionalmente la etiqueta de moderado.

No obstante, 2015 ha estado marcado por un notable auge del extremismo islámico con inusuales atentados contra tres ciudadanos extranjeros, cinco asesinatos de blogueros y pensadores laicos y varios ataques más contra representantes de minorías religiosas como sufíes y cristianos y miembros de las fuerzas de seguridad.

Tanto el Estado Islámico como la rama de Al Qaeda en el Subcontinente Indio han reivindicado algunas de estas acciones, pero el Gobierno ve detrás del auge de la violencia una conspiración de formaciones opositoras para desestabilizar el país.