Como ocurre en los casinos, las salas de juego y los clubs de Las Vegas (EEUU), en el Foro Económico de Davos (Suiza) también lo más interesante ocurre a puerta cerrada, en reuniones y debates privados de los que no trasciende nada, muy a pesar de los más de 500 periodistas acreditados.

Fue el escritor alemán nacionalizado estadounidense Thomas Mann, que situó su novela "La montaña mágica" en Davos, el que dijo que "la civilización es conversar" y que "las palabras, incluso las más contradictorias, nos alejan del aislamiento y del silencio".

Es lógico que un foro que reúne a mandatarios y representantes políticos con banqueros e inversores proporcione privacidad para que unos y otros tanteen el terreno o avancen para conseguir acuerdos o alianzas. O que ministros del mismo ramo -Exteriores, Finanzas, Defensa, Interior- de distintas nacionalidades y alcaldes de grandes ciudades celebren encuentros reservados sobre puntos de interés común, fronteras, migraciones, seguridad o desarrollo urbanístico.

Este ha sido el caso en esta edición del Foro de Davos, durante la cual los alcaldes de París, Seúl, Kiev y Calgary (Canadá) se han reunido de forma privada para fomentar la innovación en las grandes urbes, según rezaba el título del encuentro.

También es razonable que el director de la cartera de participadas del banco HSBC, Douglas Flint, y el presidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Werner Hoyer, busquen cierta reserva, que no secretismo, ya que la reunión se incluye dentro del programa oficial y público del foro.

Pero cabe preguntarse por qué el director ejecutivo del programa de alimentos de la ONU, Erharin Cousin, tiene que reunirse a puerta cerrada con el cocinero y nutricionista Samuel Kass, que entre 2009 y 2014 fue el asesor la Casa Blanca en temas relacionados con la nutrición. El objeto de la reunión es el diseño de una nueva dieta más saludable, un asunto que no tiene nada de opaco.

Más de la mitad del vastísimo programa de Davos no es accesible a la prensa, como la charla que han dado en esta edición los pilotos de Fórmula 1 Mika Häkkinen y Sebastian Vettel sobre cómo alcanzar el máximo rendimiento, sea en un circuito o en un consejo de administración.

Algunas de esas reuniones despiertan mucho interés, como el encuentro que mantuvieron representantes de distintos organismos oficiales de Bahrein, Indonesia y Arabia Saudí, entre ellos miembros de las respectivas familias reales, para tratar de "comprender el Islam". O la que mantuvieron varios Premios Nobel de Economía de este siglo: Michael Spence y Joseph Stiglitz, que lo compartieron en 2001, Edmund S. Phelps (2006), Christopher Pissarides (2010), Alvin Roth (2012), y Robert J. Schiller (2013), para "Repensar el estado del mundo", según rezaba su título.

Aparte están los encuentros completamente privados, que no figuran en el programa, y que tienen lugar en los numerosos hoteles de lujo de esta localidad de apenas 10.000 habitantes.

Simultáneamente con los encuentros que figuran en la agenda del Foro, políticos, empresarios, conseguidores e intermediarios inundan los reservados de hoteles y restaurantes, pero lo único que trasciende son las colas interminables de coches de altísima gama, dentro de los que es posible identificar a sus ocupantes, pero no averiguar qué hacen en Davos.