El gobernador de Ohio, John Kasich, del que se esperaba mucho más cuando hace nueve meses anunció que aspiraba a la candidatura republicana a la Casa Blanca, anunció hoy su retirada, lo que deja vía libre al magnate Donald Trump.

Pese a su gran popularidad como gobernador de Ohio, Kasich nunca ha sido una auténtica amenaza para ninguno de los favoritos de la campaña, y si se ha mantenido hasta quedarse solo ante Trump ha sido porque tampoco se jugaba el prestigio haciéndolo.

Como ha reconocido su propio equipo de campaña, esperaba a que en julio se celebrase una Convención Republicana abierta, sin un claro ganador, y en la que pudiera erigirse en figura aglutinadora por la falta de confianza que inspira el polémico multimillonario en el aparato del partido.

Esa situación se diluyó tras las primarias de este martes en Indiana, que obligaron a renunciar a Ted Cruz, lo que le dejaba solo frente a Trump, y llevaron al presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, a reconocer que lo "más probable" es que el magnate sea declarado candidato presidencial en julio.

Kasich había visto hasta ahora cómo los otros 15 oponentes que llegó a tener el multimillonario neoyorquino han ido retirándose, en su mayor parte tocados por sus ataques y sus insultos.

El político conservador ha sumado 157 delegados que le apoyarían en la convención republicana en julio, menos incluso que los que tenía el senador Marco Rubio cuando se retiró de la campaña hace más de mes y medio, después de lo cual se han disputado una decena de primarias sin lograr otra victoria que la de su estado, Ohio.

Gracias a su perfil moderado, Kasich se ha mantenido en todo momento ajeno a las polémicas, los ataques y los intercambios de insultos en los que se han enzarzado en los meses pasados los otros candidatos republicanos, sobre todo con Trump.

Su popularidad e imagen de político solvente también le habían granjeado apoyos entre sus seguidores y los donantes republicanos, que le habían hecho recaudar algo más de 16 millones de dólares para su campaña, sólo superado por los 79 millones del recién retirado Ted Cruz, los 58 millones del cirujano Ben Carson, los 46 millones de Marco Rubio y los 35 de Jeb Bush.

Donald Trump, respaldado por su fortuna personal, también le superaba con 49 millones de dólares recaudados entre sus seguidores.

Kasich, a punto de cumplir 64 años, pasa así página a su segunda aventura presidencial -ya había aspirado a la Casa Blanca en 1999-, manteniendo intacto su historial de no haber perdido nunca unas elecciones en sus cuatro décadas de carrera política.

Descendiente de inmigrantes checos y croatas de extracción humilde, el político creció en la Pensilvania industrial, en el seno de una familia católica de sindicalistas demócratas.

Con 27 años fue elegido senador estatal y durante 18 años consecutivos fue representante por Ohio en el Congreso estadounidense, en Washington (1983-2001), antes de volver a la política de su estado y ser elegido gobernador en 2010 y conseguir la reelección cuatro años después.

Con una evolución política que ha ido de conservador a ultranza a moderado, quizá también debido al giro a la derecha que ha dado el partido, Kasich ha mantenido casi en toda la campaña su imagen de "bonachón y simpático", viéndose descompuesto en esa línea sólo en algunas ocasiones, debido siempre a los ataques e insultos de Trump, de los que él tampoco se ha librado.

El gobernador de Ohio siempre ha considerado al magnate inmobiliario inapropiado para el puesto de Comandante en Jefe de Estados Unidos y ha tildado sus propuestas de "fantasías".

Prudente, pero también sin pelos en la lengua, el gobernador de Ohio ha atacado especialmente, por imposible, el plan de Trump de expulsar del país a los más de diez millones de inmigrantes indocumentados que se calcula que hay en EEUU, con cuya legalización se ha mostrado de acuerdo.

Con una carrera libre de escándalos, el político siempre ha sido bien considerado por el aparato del Partido Republicano, a diferencia del virtual candidato presidencial conservador.

Kasich está muy bien visto por la dirección del partido -los más moderados-, pero ha irritado en más de una ocasión a las bases, muy conservadoras y decisivas en las primarias.

Pese a sus esfuerzos, John Kasich nunca remontó en las encuestas, y sólo en su estado y en algún otro de la zona, obtuvo resultados suficientemente positivos como para justificar que se mantuviese en la carrera presidencial.