El primer ministro de Francia, Manuel Valls, encara estos días uno de sus desafíos más exigentes al frente del Gobierno con la Ley del Trabajo, que ha convertido en su estandarte ante una izquierda que "no ha asumido suficientemente las reformas".

En una entrevista con varios medios internacionales, entre ellos la Agencia Efe, en su sede del palacio de Matignon, Valls se mostró convencido de que es posible reformar Francia "preservando su modelo social".

Sin embargo, percibe que dentro de su propio Partido Socialista, en las filas de las formaciones escoradas a su izquierda y, sobre todo, en los sindicatos más beligerantes como la CGT o Fuerza Obrera no se ha interiorizado el estado real del país.

"No hemos asumido suficientemente las reformas. Me enfrento al problema de que a lo largo de los años 2000 el Partido Socialista no preparó suficientemente su acceso al poder, y se quedó en una visión anclada en el pasado, que no estaba modernizada", dijo.

El debate sobre la llamada "ley El Khomri" -por el nombre de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri- esconde, a su juicio, una batalla de ideas en la izquierda entre quienes abogan por el reformismo y quienes lo hacen por la contestación.

Por extensión, ese debate se amplía a todo el país, que "ha sido educado en que las reformas no son posibles", según Valls.

"El compromiso es lo más difícil en la sociedad francesa. Es un pueblo que ama la revolución, la radicalidad y la confrontación, pero al mismo tiempo hay que crear las condiciones para el acuerdo", consideró Valls, nacido en Barcelona en 1962.

Por eso, se preguntó cómo unir al país en torno a los llamados valores de la República, como el laicismo o la igualdad, "cuando por un lado hay una extrema derecha con un apoyo cercano al 30 % según los sondeos y por el otro está la amenaza yihadista".

Aunque dijo seguir abierto a negociar, Valls reiteró que no contempla en ningún caso retirar el texto de la ley en su conjunto ni suprimir su polémico artículo 2, la manzana de la discordia que ha llevado a la CGT y a su líder, Philippe Martinez, a plantar una dura batalla al Gobierno a través de huelgas y movilizaciones.

El mencionado artículo establece la preponderancia del diálogo social dentro de cada empresa sobre el convenio sectorial, algo que el jefe del Ejecutivo considera imprescindible para aumentar la competitividad sin que los asalariados pierdan derechos.

La ley se encuentra en el Senado, donde la derecha tiene mayoría, por lo que previsiblemente se modificará de arriba abajo el texto para devolverlo a la Asamblea Nacional, que a su vez restablecerá el texto inicial, el mismo que Valls ya tuvo que hacer aprobar en primera lectura con un ardid constitucional sin pasar por el voto de la Cámara baja.

El primer ministro reconoció "un error de método" al elaborar la reforma laboral, ya que parte de su contenido se filtró a la prensa antes de que se reuniera a los sindicatos y la patronal para abordar su contenido.

Respecto al problema creado por las huelgas, principalmente en el sector de los transportes y de la energía, Valls envió un mensaje de calma a los visitantes que llegarán a Francia para presenciar la Eurocopa de fútbol.

"Se puede venir a Francia en coche, en avión y espero que en tren", dijo, en alusión a que todavía falta por cerrar un acuerdo en la compañía ferroviaria pública, SNCF, aunque confía en que para el próximo lunes se haya llegado a un consenso.

De lo contrario, "no cederé en la reforma laboral porque haya una amenaza de huelga en los trenes", puntualizó.

El primer ministro aseguró que los pilotos de Air France se han comprometido a no ponerse en huelga durante el torneo -"si la hubiera, sería intransigente y pienso que la opinión pública no la aceptaría en un periodo tan importante"- y destacó que los problemas en el abastecimiento de gasolina casi han desaparecido.

Francia se encuentra, en su opinión, ante una paradoja: por un lado, el crecimiento es mejor del previsto -con un 1,5 % estimado para 2016-, las cifras de inversión son alentadores y el desempleo ya está bajando -70.000 parados menos desde comienzos de año-, pero al mismo tiempo la agitación social está en niveles récord desde hace décadas.

En los últimos días, tras haber hablado con Martinez por teléfono el pasado fin de semana, ha notado "una voluntad de apaciguar, de bajar la tensión", que también atribuye a la "responsabilidad en el momento de la Eurocopa".

Con todo ello, de cara a las elecciones presidenciales que se celebrarán de aquí a un año -y en las que apoya que el presidente François Hollande vuelva a presentarse- cree que aún es posible recuperar la confianza ciudadana "si tenemos resultados económicos y si hay un verdadero debate en Francia sobre el futuro".

Valls admitió haber aprendido "no a ser indiferente, pero sí a relativizar los comentarios y las miradas" a lo largo de su desempeño como primer ministro.

"Cuando eres político no te puedes quejar. Los políticos que se quejen, mejor que se dediquen a otra cosa. Hay que aceptar la mirada de la prensa y la opinión pública. Me gusta el debate, el combate, la discusión", sentencia.