Las elecciones legislativas que celebrará Marruecos mañana suponen un barómetro para los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que medirán así su popularidad tras cinco años en el gobierno y con un contexto regional árabe hostil al islamismo.

En ausencia de encuestas electorales prohibidas en el país, no se puede predecir el resultado de los comicios, los segundos que se organizan tras la adopción de la nueva Constitución de 2011 en el país y las protestas sociales de la llamada primavera árabe.

La primavera árabe que estalló en 2011 permitió primero la ascensión de un islamismo político en varios países árabes, y posteriormente su caída, tanto en Egipto con los Hermanos Musulmanes como en Túnez con Al Nahda.

Sin embargo, el PJD ha ido aumentando su popularidad desde que ganó las legislativas de 2011, y demostró que esa popularidad no se ha desgastado en el gobierno, ya que incluso el partido aumentó sus votos con respecto a 2011 en las elecciones municipales de 2015, cuando arrasó en la mayoría de las ciudades del país.

El PJD confía en esta popularidad y aspira a repetir su victoria mañana aunque es difícil de predecir porque en el escenario hay otro protagonista, el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), formación laica que se presenta como la única alternativa real al PJD.

De hecho, en los últimos días casi todos los medios de comunicación del país y las redes sociales no hablan sino del "duelo" político entre los islamistas del PJD y los liberales del PAM.

Un duelo que en opinión del diario L''Economiste supone "caricaturizar" el país como un campo donde se enfrentan un supuesto frente modernista contra otro oscurantista.

Mientras el PAM acusa al PJD de querer "radicalizar" al país valiéndose de argumentos morales o religiosos, los islamistas denuncian el carácter "autoritario" de sus adversarios del PAM que les acusan de usar maniobras para atacarlos.

Sin embargo, esta aparente oposición casi no se percibe en el programa electoral de ambos partidos en cuanto a las grandes estrategias económicas, las reformas políticas o las orientaciones de política exterior, donde apenas hay diferencias.

El debate político se ha ceñido entonces al carácter islamista del PJD, un aspecto del que el partido intenta distanciarse en cada ocasión para demostrar que es como el resto de partidos de Marruecos.

El islamismo del PJD no parece preocupar únicamente al PAM o a otros partidos que compiten en estos comicios, sino también a la misma monarquía.

Mohamed Masbah, investigador marroquí en el Carnegie Middle East Center, explicó en un análisis publicado en World Politics Review que el régimen marroquí (encarnado por la monarquía) ve en el PJD "una fuente de amenaza".

Una inquietud, que según Masbah, se ha visto reflejada en algunas prácticas como el bajar el umbral electoral al 3 % en lugar del 6 % con el fin de fragmentar el parlamento en una multitud de partidos políticos.

A esto se añade los desencuentros que ha tenido el PJD con el Ministerio de Interior (que responde directamente ante el rey y no ante el presidente del gobierno), que junto con Justicia supervisan el proceso electoral, y acusó en diferentes ocasiones a varios agentes de autoridad de ejercer presiones para intentar influir sobre la voluntad del electorado.

En estas elecciones se presentan 6.992 candidatos que representan a 27 partidos a los que se añaden los candidatos independientes que mañana serán elegidos en un sufragio universal directo para ocupar los 395 escaños de la Cámara de Representantes (cámara baja) del Parlamento marroquí; del total de escaños, sesenta están reservados para las mujeres y treinta para los jóvenes.