La posibilidad de que la canciller alemana, Angela Merkel, opte a la reelección para un cuarto mandato ha cobrado fuerza en Berlín y en su partido se da por hecho que lo hará, por mucho que la respuesta oficial a esa pregunta sea siempre la misma: "lo decidirá a su debido momento".

Desde hace meses se considera que, pese al cisma abierto en sus filas conservadoras por la acogida de refugiados, no hay alternativa sólida al liderazgo de Merkel en la Unión Cristianodemócrata (CDU).

Las incertidumbres creadas por la victoria en EEUU de Donald Trump, tanto en las relaciones transatlánticas como a escala global, han disparado los análisis de quienes ven a la canciller como el contrapeso de estabilidad que Alemania y el resto del mundo necesitan.

La propia Merkel ha usado estos días la frase "factor de estabilidad en tiempos difíciles", aunque no aplicada a sí misma, sino al candidato que ha consensuado su gran coalición para la presidencia del país: el ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier.

Unas declaraciones a la CNN del presidente de la Comisión de Exteriores en el Bundestag (cámara baja), Norbert Röttgen, de la CDU, afirmando que Merkel está "determinada" a contribuir a reforzar el orden liberal internacional se interpretaron como una "fumata blanca".

Sin embargo, tanto desde la CDU como desde el Gobierno se insistió hoy en que Merkel lo anunciará "a su debido momento", un mantra con el que se intenta calmar la inquietud, sobre todo en los medios, por saber cuándo dará a conocer su decisión.

Dentro de los próximos quince días o, a más tardar, en el congreso federal de la Unión Cristianodemócrata Alemana (CDU), que tendrá lugar del 5 al 7 de diciembre en Essen (oeste), son las perspectivas aparentemente más plausibles.

"El cuándo es algo que les interesa a ustedes, los medios. Al ciudadano no le importa tanto", explica una fuente de la CDU para recordar que las elecciones generales están previstas en Alemania para septiembre de 2017.

Merkel llegó a la Cancillería en 2005 y su posible desgaste en el poder, sólo por el hecho de acumular ya tres mandatos, no es una cuestión que se plantee en Alemania, donde se recuerda que su expadrino político Helmut Kohl, fue canciller 16 años (1998-1998).

Si no gobernó más tiempo no fue por falta de voluntad de seguir, sino porque cayó en las generales de 1998 frente al socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005)

Kohl rompió el récord de permanencia en el poder que ostentaba el canciller fundacional de la República Federal de Alemania (RFA), Konrad Adenauer (1949-1963), y por tanto en el país no sorprende que Merkel pueda caer en la tentación de, al menos, igualar la última marca.

La incógnita en torno a una posible nueva candidatura no surge tanto por el largo periodo que ya lleva en el cargo como por la erosión derivada de las presiones internas desde su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).

La CDU y la CSU mantienen desde hace décadas el principio de no competir en las urnas y presentan candidaturas consensuadas, pero los bávaros han amenazado ahora con no respaldar a Merkel.

La crisis migratoria ha abierto un cisma entre ellas, ante el rechazo de la canciller a limitar la acogida de refugiados a 200.000 al año en un país que desde enero de 2015 ha recibido a más de 1,1 millones de solicitantes de asilo, la mayoría a través de Baviera.

Durante meses se consideró que Merkel podía desistir de ir a la reelección presionada por la CSU, que prefiere un candidato de perfil más derechista ante el auge electoral de la derecha radical y al voto de protesta xenófobo de Alternativa para Alemania (AfD).

Pero la victoria de Trump ha revalorizado a Merkel, mientras se recuerda que, por mucho que su popularidad se ha visto algo resentida, los sondeos la presentan aún como imbatible.

Según el último barómetro político de cadena pública alemana ZDF, de celebrarse ahora las generales la CDU/CSU obtendría el 34 % de los votos, doce puntos por encima de su más directo perseguidor, el Partido Socialdemócrata (SPD).