El gobierno de Marruecos ha echado en 2016 un pulso sin precedentes a la ONU en el Sáhara Occidental, enfrentándose a su Secretario General, Ban ki-moon, y a la propia misión de la ONU en el Sáhara (Minurso), de la que expulsó a 73 personas, casi todo su personal político, en el mes de marzo.

El detonante de la crisis fue una visita a principios de aquel mes de Ban al Sáhara, con la que Ban pretendía lanzar un mensaje de que no había olvidado en su mandato (que ya tocaba a su fin) uno de los conflictos más antiguos del mundo, pues data de 1975, cuando Marruecos ocupó la colonia abandonada por España.

La visita de Ban a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf y a los llamados "territorios liberados" (la parte del Sáhara controlada por el Frente Polisario) estuvo cargada de varios gestos que Rabat consideró "un insulto al gobierno y al pueblo marroquí", como cuando Ban se refirió a la "ocupación" marroquí del territorio o cuando se inclinó ante la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

El enfado de Marruecos se tradujo en una manifestación de decenas de miles de personas contra la persona de Ban en las calles de la capital, incluyendo insultos y pancartas ofensivas, una marcha teóricamente "espontánea" pero a la que asistieron siete ministros y en la cual eran muy visibles los medios logísticos e informativos aportados por la maquinaria del Estado.

Ban no se calló y expresó por vía oficial su "indignación" ante la manifestación, pero de poco sirvió, porque la manifestación contra el diplomático surcoreano se repitió al día siguiente ante la puerta de la Minurso en El Aaiún.

Pero además, y como respuesta al "ultraje" cometido por Ban contra Marruecos, el país magrebí expulsó unilateralmente al "componente político" de la Minurso y amenazó (aunque finalmente no lo llevó a cabo) con retirar a su personal desplegado en misiones de paz en el mundo.

Aquella crisis que se prolongó durante todo el mes de marzo fue tratada en el Consejo de Seguridad, y ahí quedó claro que Marruecos cuenta con sólidos apoyos, pues el Consejo se abstuvo de condenar o criticar al país magrebí y se limitó a desear un retorno a la "plena operatividad para la Minurso".

Marruecos solo dio su brazo a torcer a medias, pues aceptó el retorno de los funcionarios de la Minurso que había expulsado, pero solo 25 han vuelto hasta el momento, y se desconoce cuándo lo hará el resto.

Al quedar en evidencia la relación de fuerzas cada vez más favorable a los intereses marroquí en el plano diplomático, Rabat volvió a "mover ficha" en agosto, esta vez sobre el terreno, al anunciar unas obras de asfaltado de una carretera en Guerguerat, precisamente en los territorios liberados controlados por el Polisario.

Presentado como un intento de frenar los movimientos irregulares de personas y mercancías, aquella operación de asfaltado significaba mucho más: era una forma de contestar que exista tal cosa como los "territorios liberados", pues Rabat podía realizar obras públicas en la zona y lanzar así el mensaje de que su soberanía sobre el territorio es completa.

Hubo ruido de botas en la zona de Guerguerat, pues agentes armados de Marruecos y el Polisario se desafiaron, mientras la ONU parecía mirar para otro lado y el Consejo de Seguridad, una vez más, se contentaba con pedir "moderación" a las partes y la retirada de sus elementos armados, pero sin exigir a Marruecos (como pedía el Polisario) que detuviera las obras.

Una vez más, y como sucedió en marzo con la Minurso, Marruecos comprendió que podía dar pasos unilaterales sin pagar un precio diplomático ni exponerse a sanciones, y trasladó entonces su batalla a un nuevo frente: la Unión Africana (UA).

A fines de octubre, Rabat hizo saber que desea volver al organismo panafricano que Hasán II abandonó en 1984 en protesta por la admisión de la RASD, y que desea formalizar su "retorno" a la organización en enero, en la cumbre de Adis Abeba.

Mohamed VI ha tenido durante un 2016 una intensa actividad en el continente africano, y ha viajado a varios países acompañado de empresarios, líderes religiosos y periodistas, en un claro intento de mejorar su posición en África y corregir así una visión estratégica del país orientada durante mucho tiempo hacia el norte.

Uno de los objetivos principales, y a nadie se le escapa, es expulsar a la RASD de la UA, único foro internacional donde la república saharaui está presente con pleno derecho. Y lograr así una nueva posición de fuerza cada vez más favorable a Rabat.