El embajador ruso ante la ONU, Vitali Churkin, quien murió hoy a los 64 años de edad en Nueva York, defendió durante más de una década en el Consejo de Seguridad (2006-2017) la controvertida política exterior del Kremlin.

"Gran diplomático. Figura singular. Persona brillante", dijo María Zajárova, portavoz de la Cancillería rusa, para definir al enviado de Moscú ante la ONU.

Precisamente, Churkin llegó a Naciones Unidas después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, arremetiera abiertamente contra la hegemonía occidental en la famosa Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, un punto y aparte en las relaciones entre Rusia y EEUU.

Su primer destino fue la embajada de la Unión Soviética en Washington (1979-1987), después fue elegido portavoz de Exteriores durante los últimos años de la "perestroika" (1989-1991) y también fue embajador brevemente en Chile.

Ejerció de viceministro de Exteriores durante los tres primeros años de Borís Yeltsin en el Kremlin, cuando tuvo que batallar con la guerra de Yugoslavia, y después fue embajador en Canadá y Bélgica.

Una vez en la ONU, el diplomático de carrera tuvo que fajarse con uñas y dientes para justificar acciones y medidas que acabaron por recordar los tiempos de la Guerra Fría, cuando Nikita Jruschov sacó el zapato para golpear la tribuna de la ONU.

Para ello, no dudó en utilizar un lenguaje franco, directo y rebosante de ironía para defender los continuos vetos a las resoluciones occidentales, y cargar contra Estados Unidos por inmiscuirse en los asuntos de otros países, desde Libia hasta Siria o Ucrania.

Sus duelos con las representantes estadounidenses, Susan Rice y Samantha Power -que no dudó en calificarle hoy de "maestro de la diplomacia"- serán recordados por su crudeza, muy alejados de las tradicionales prácticas del oficio.

Aunque nunca perdió el sentido el humor, en ocasiones se le torció el gesto, hasta el punto de que fue comparado con el legendario ministro de Exteriores soviético, Andréi Gromiko, conocido como el "señor Niet" (señor No).

"Ustedes saben que somos muy escépticos en relación con las sanciones. Consideramos que históricamente no han sido muy útiles", manifestó en una ocasión.

Criado en la Unión Soviética, Churkin diseñó junto al ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, una política exterior desafiante con Occidente, contraria a las intervenciones humanitarias y que ha contado en muchos casos con el apoyo de China y de países del tercer mundo.

Su primer gran desafío fue defender la operación militar rusa en la región separatista georgiana de Osetia del Sur en agosto de 2008, la primera invasión rusa de un país extranjero desde Afganistán (1979).

Antes, se opuso al reconocimiento de la independencia de la región serbia de Kosovo, advirtiendo que abriría la "caja de Pandora" de los separatismos, tras lo que meses después Moscú reconoció la independencia de Osetia del Sur y Abjasia.

La llegada al Kremlin de Dmitri Medvédev facilitó su tarea, ya que Rusia y EEUU firmaron un nuevo tratado de desarme nuclear START e incluso Churkin, por orden de su nuevo presidente, se abstuvo en la ONU en relación con la creación de una zona de exclusión aérea en Libia.

Churkin acabaría lamentando públicamente esa decisión, ya que el líder libio, Muamar el Gadafi, fue brutalmente asesinado por los rebeldes, derrocamiento que perjudicó gravemente los intereses económicos rusos en el país magrebí.

La revolución ucraniana acabó con el idilio en 2014 y Churkin no dejó de acusar a Occidente de orquestar las protestas antigubernamentales y los violentos disturbios que desembocaron en el derrocamiento y huida del presidente Víktor Yanukóvich.

Enarboló la amenaza ultranacionalista para defender la anexión rusa de la península de Crimea y acusó a las nuevas autoridades ucranianas de provocar con un golpe de Estado en Kiev la sublevación militar en el este prorruso del país.

Precisamente, uno de sus momentos más complicados fue cuando vetó los planes de la ONU de crear un tribunal internacional para investigar el derribo del avión de pasajeros malasio en el este de Ucrania, tragedia en la que murieron 298 personas.

Desde entonces, ha negado una y otra vez que Rusia haya desplegado tropas en las regiones de Donetsk y Lugansk, y ha llamado a Ucrania a reconocer un estatus especial para esos territorios rusoparlantes.

En los últimos años, Churkin no ha dudado en oponerse a cualquier medida que pudiera conducir al derrocamiento violento del líder sirio, Bachar al Asad, al tiempo que llamó a Occidente a forjar una amplia coalición internacional contra el terrorismo yihadista.