Marruecos ha dado por primera vez en mucho tiempo un paso atrás en el Sáhara Occidental, al ordenar ayer "la retirada unilateral" de sus tropas de Guerguerat, en el extremo sur, y desactivar así la tensión inédita desde hace mucho tiempo en un conflicto casi olvidado por la comunidad internacional.

La retirada de las tropas marroquíes fue inmediatamente calificada de "cortina de humo" por parte del Frente Polisario, en un comunicado en el que se abstuvo de precisar si también ellos retirarán o no a sus soldados de esta región contigua a la frontera con Mauritania.

Marruecos dejó claro que su retirada la ordenaba "tomando en consideración las recomendaciones" de Guterres, que el sábado había solicitado a las dos partes "tomar las medidas necesarias para evitar tensiones, a través de acciones militares o civiles".

Para el historiador y politólogo marroquí Maati Monyib, Marruecos ha optado por "el mal menor", como es evitar un choque armado al que parecía empujarlo el Polisario y que habría dado un vuelco al alto el fuego, respetado por las dos partes desde el año 1991.

En conversación con Efe, Monyib cree que el Polisario ha tratado durante varios meses de "empujar al error" a Marruecos para esconder así el éxito diplomático que supuso para Rabat su vuelta a la Unión Africana (culminada el pasado enero), que dejó en evidencia el cada vez mayor peso del país magrebí en el continente y la consiguiente pérdida de respaldo del Polisario.

Monyib cree que durante los pasados meses el Polisario se ha esforzado, más que en acciones concretas, "en darlas a conocer, que es más importante"; es decir, en sacar al conflicto del olvido y hacerse presente ahora que cuenta con nuevos dirigentes desde la elección el pasado año de Brahim Gali a su cabeza.

Durante todo 2016, Marruecos dio varios pasos que demostraron que llevaba la iniciativa en la cuestión del Sahara: además de plantear el regreso a la Unión Africana, expulsó sin exponerse a la menor sanción ni tampoco a una reprimenda diplomática a más de 80 miembros de la misión de la ONU en el territorio del Sahara que controla.

Pero la acción que más polémica causó fue la extensión el pasado agosto de una carretera entre el último puesto aduanero marroquí de Guerguerat y la frontera mauritana, apenas 5 kilómetros que atraviesan la "zona tapón" así llamada por la ONU y atribuida al Frente Polisario, que los considera "territorios liberados".

Marruecos lo presentó como un intento de acabar con toda suerte de tráficos irregulares que se realizaban en esa zona -que los locales llaman "Kandahar"-, pero a nadie se le escapó que con ello contestaba frontalmente la idea de que esos territorios pertenezcan al Polisario.

La controvertida carretera (que no ha sido completada) hizo que el Polisario trasladara al lugar a sus tropas para impedir su avance, lo que a su vez motivó que también Marruecos movilizara a sus soldados: unos y otros se encontraban la pasada semana "a solo 120 metros de distancia", como dijo la pasada semana el ministro saharaui de Defensa, Abdallá al Bellal.

La gota que colmó el vaso en estos últimos días fue cuando soldados del Polisario interceptaron varios camiones que iban a Mauritania y les hicieron volver sobre sus pasos por llevar impreso en el contenedor un mapa de Marruecos que incluía el Sahara.

Esas y otras son las "provocaciones" de las que hablaba el rey Mohamed VI cuando el pasado viernes llamó al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien hasta ese día no se había ocupado oficialmente del conflicto del Sáhara.

La declaración de Guterres del pasado sábado pide que acaben "los obstáculos al tráfico comercial", alusión clara al incidente de los camiones, lo que sin duda ha agradado a Marruecos, aunque también dice que "no deben emprenderse acciones que alteren el statu quo de la zona tapón", lo que parece una crítica a la polémica carretera.

En esta su primera declaración oficial sobre el Sahara Occidental, Guterres mantiene cierta equidistancia entre los principales actores y reparte culpas a ambas partes, a las que pide "retomar el diálogo en el contexto del proceso político liderado por la ONU".

Eso sí, Guterres no cita, ni siquiera tangencialmente, a Christopher Ross, el Enviado Personal para el Sáhara del secretario general, boicoteado por Marruecos, que le ha prohibido visitar el territorio saharaui.