La Casa Blanca informó que el presidente de EE.UU., Donald Trump, cree que los sistemas tecnológicos de la CIA están "obsoletos y deben ser actualizados", después de que el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, criticara la "devastadora incompetencia" de esa agencia de inteligencia.

Trump tenía previsto reunirse ayer con el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Mike Pompeo, y con su secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, horas después de que Assange diera una conferencia de prensa sobre los miles de documentos de la oficina de espionaje estadounidense que WikiLeaks divulgó esta semana.

Se esperaba que Trump conversara con Pompeo sobre la filtración de WikiLeaks y la oferta de Assange a compañías tecnológicas como Google y Apple de entregarles datos técnicos del arsenal de ciberespionaje de la CIA, con el fin de que desarrollen contramedidas que protejan a los usuarios.

"Es probable que asuntos de seguridad nacional como ese sean parte de la conversación", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, durante su conferencia de prensa diaria.

La reacción de la Casa Blanca a las declaraciones de Assange evidenció la brecha entre Trump y los servicios de inteligencia de EE.UU., a los que ha tratado con desconfianza incluso antes de llegar al poder.

Trump "cree que los sistemas de la CIA están obsoletos y deben ser actualizados", indicó Spicer al ser preguntado por la afirmación de Assange de que la agencia de inteligencia ha "perdido el control de todo su arsenal de armas cibernéticas".

Donald Trump mantiene una complicada relación con la CIA y con otros servicios de inteligencia de Estados Unidos, ya que sospecha que entre sus empleados pueden estar los responsables de muchas filtraciones aparecidas en la prensa en sus primeras semanas en el poder y que le han irritado profundamente.

Las tensiones entre el ahora mandatario y la CIA comenzaron durante la campaña electoral y se agravaron en diciembre, cuando Trump puso en duda la conclusión de esa agencia de inteligencia de que Rusia lanzó ciberataques en EE.UU. con el objetivo de ayudarle a ganar los comicios.

El equipo de Trump desacreditó esas conclusiones de las agencias de inteligencia, al asegurar que se trataba de "los mismos (espías) que dijeron que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva", en referencia al motivo de la invasión de Irak en 2003.

Al día siguiente de su investidura como presidente, en enero pasado, Trump visitó la sede de la CIA en un intento de acercarse a los servicios de inteligencia, pero eso no ha disipado del todo las tensiones con la agencia.

En cuanto a la última filtración de WikiLeaks, ni la Casa Blanca ni la CIA han querido confirmar su autenticidad, pero Spicer aseguró hoy que Trump está "gravemente preocupado" por "la publicación de información confidencial y de seguridad nacional, que amenaza y socava la seguridad del país".

La propia CIA, que este miércoles advirtió de que las filtraciones de WikiLeaks ponían "en peligro a personas estadounidenses", volvió hoy a pronunciarse, con una reacción a la conferencia de prensa de Assange.

"A pesar de los esfuerzos de Assange y los de su clase, la CIA continúa recopilando sin descanso información de inteligencia en el extranjero para proteger a Estados Unidos de terroristas, naciones hostiles y otros adversarios", afirmó en un breve comunicado la portavoz de la CIA, Heather Fritz Horniak.

Mientras, Trump continuó su defensa de la nueva ley de sanidad propuesta por los republicanos, que hoy superó un primer obstáculo al ser aprobada en dos comités de la Cámara de Representantes, a pesar de las reservas expresadas por varios legisladores del partido del presidente, tanto moderados como ultraconservadores.

"Pese a lo que se oye en la prensa, la ley de sanidad está yendo genial. ÑEstamos hablando con muchos grupos y acabará siendo algo precioso!", escribió Trump en su cuenta de la red social Twitter.

Su portavoz, Spicer, defendió que la reforma se está haciendo "de la forma correcta y responsable" y prometió que la propuesta de ley "acabará en la mesa del presidente, y él la firmará".

El proyecto republicano desmantela las disposiciones básicas de la reforma sanitaria de 2010, incluyendo sus subsidios para ayudar a la adquisición de seguros médicos y la expansión del Medicaid, programa para el acceso sanitario a las personas de bajos recursos.