Reino Unido se encuentra en el nivel máximo de alerta ante el temor de que se produzca otro ataque terrorista de manera inminente. La seguridad se incrementa y se extrema después del atentado del lunes en el Manchester Arena que acabó con la vida de 22 personas y provocó 59 heridos, de los que 20 están en estado muy grave.

La Policía ya ha desvelado que el terrorista suicida autor de la masacre no actuó solo y que forma parte de un grupo organizado que puede estar preparado para atacar de nuevo. De hecho, se ha detenido el miércoles a tres personas relacionadas con el atentado en el sur de Manchester y que se suman a la de joven de 23 años al que se arrestó a las pocas horas del suceso.

Ante el riesgo de un nuevo ataque, el Gobierno británico ha desplegado a cerca de 5.000 militares en lugares clave después de que la primera ministra británica, Theresa May, elevara el nivel de amenaza terrorista. El Ejército será más visible en las calles y se incorpora a las labores de vigilancia de la Policía, tanto de patrulla en las ciudades como controlando los lugares públicos.

Las tropas armadas estarán bajo el mando directo de la Policía y la decisión de aumentar el nivel de amenaza fue tomada por el Centro de Análisis de Terrorismo que analiza y evalúa toda la inteligencia relacionada con el terrorismo internacional en Gran Bretaña y en el extranjero. Reúne además a expertos antiterroristas de la Policía, los servicios de seguridad y los departamentos de Whitehall.

May anunció el martes que el Gobierno había decidido elevar de "severo" a "crítico" el nivel de amenaza terrorista tras el atentado en Manchester, que ha sido reivindicado por el grupo terrorista Estado Islámico porque la investigación preliminar revela que podría haber "un grupo más amplio de personas" implicadas en este ataque terrorista y que podría producirse otro de forma inminente.

"Esto significa no solamente que un ataque resulta altamente probable sino que puede haber un nuevo ataque de forma inminente", aseguró May en una breve declaración ante los medios de comunicación tras reunirse por segunda vez con el gabinete de crisis COBRA. "Los agentes de Policía armados encargados de vigilar los lugares clave serán reemplazados por miembros de las fuerzas armadas", añadió.

"IRRITANTE" QUE EEUU REVELARA DATOS DE LA INVESTIGACIÓN

Por su parte, la ministra de Interior británica, Amber Rudd, ha dicho el miércoles que confiaba en que la presencia de soldados en las calles fuera temporal y ha considerado que los servicios policiales y de seguridad cuentan con los recursos y conocimientos necesarios para hacer frente a la amenaza a la que se enfrenta el país.

Rudd ha expresado también su malestar por el hecho de que fuentes de seguridad estadounidenses filtraran información sobre la investigación del atentado, incluido el nombre del sospechoso, antes de que la Policía británica estuviera lista para hacerla pública. En este sentido, no ha descartado el que no se comparta información con otros países en el futuro.

"La Policía británica ha dejado muy claro que quieren controlar el flujo de información para proteger la integridad operativa, el elemento de sorpresa, así que es irritante si se publica desde otras fuentes y yo he dejado muy claro a nuestros amigos que esto no debería ocurrir de nuevo".

Preguntada sobre si las filtraciones desde Estados Unidos comprometieron la investigación, Rudd no ha querido "ir tan lejos" pero ha señalado que "tienen perfectamente clara la situación y que no debería ocurrir de nuevo".

Además, el Gobierno ha anunciado que revisará el programa ''Prevenir'' que está dirigido a detener la radicalización de los jóvenes en las comunidades musulmanas. Rudd ha defendido su eficacia diciendo que se había detenido a cientos de niños y jóvenes que pretendían viajar al extranjero para luchar en las filas de terroristas yihadistas.

Sin embargo, el alcalde de Manchester Andy Burnham ha criticado el programa por el riesgo que existe de que "una nube de sospecha se extienda por toda la comunidad" musulmana y que de este modo se dañe, en lugar de mejorar, las relaciones con la Policía. Reino Unido no había vivido un nivel de alerta semejante en los últimos 10 años y se mantendrá así hasta que los servicios de Inteligencia consideren que el riesgo a un nuevo ataque haya disminuido.

El 1 de agosto de 2206 y durante 10 días, el país vivía un nivel de alerta como el que se ha decretado ahora y el 30 de junio de 2007 volvía a elevarse el riesgo a "crítico" cuando los servicios de seguridad del Estado descubrieron un complot para atacar un club nocturno de Haymarket en Londres y que culminó con el ataque contra el aeropuerto de Glasgow aunque la detención de los sospechosos en Australia acabó rebajando el nivel de alerta.

Las Fuerzas de Seguridad se centran ahora en desentrañar los lazos y las conexiones del autor del atentado con otros posibles cómplices o incluso con alguna cédula terrorista.

Las últimas investigaciones aseguran que el autor de la masacre no es lo que se conoce como un ''lobo solitario'' sino que tenía un soporte organizado detrás de su acción. Según algunos medios, el joven de 23 años detenido el martes podría ser su hermano mayor y ha trascendido que la bomba que hizo estallar es más sofisticada que lo que inicialmente se pensó, lo que hace indicar que tuvo ayuda de algún grupo organizado que podría estar preparado para atacar de nuevo.

La Policía y los servicios de Inteligencia mantienen una carrera contra reloj para rastrear a todas las personas con las que estuvo en contacto el autor de la masacre en las últimas semanas. Según varios testigos, era frecuente verle recitando versos del Corán y se investiga si viajó a Libia en los últimos dos años y cómo se radicalizó.

La Policía de Mánchester ha identificado como Salman Abedi, un joven de 22 años nacido en Reino Unido y de padres libios, al terrorista suicida que hizo estallar una bomba este lunes al término de un concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande en el Manchester Arena.

El atentado de Mánchester ha sido el más mortífero en Reino Unido desde julio de 2005, cuando cuatro musulmanes británicos perpetraron varios ataques suicidas en la red de transportes de Londres y en los que murieron 52 personas.