El presidente francés, Emmanuel Macron, trató hoy, en la conmemoración del atentado yihadista con un camión en Niza, de restañar algunas de las heridas abiertas desde entonces por la magnitud de la matanza, pero también por la polémica sobre el dispositivo de seguridad y las dudas que planean sobre el autor.

En un acto cargado de solemnidad y de emoción, Macron prometió a las víctimas de ese ataque, con 86 muertos y más de 460 heridos, y a sus familias una "lucha sin cuartel" contra el terrorismo tanto dentro como fuera de las fronteras de Francia.

Pero, dijo, eso hay que hacerlo preservando los valores del país, el Estado de derecho, "el amor a la libertad" y sin recurrir al extremismo o la discriminación porque, como recordó, la noche de aquel 14 de julio de 2016 "en Niza estaba el mundo entero porque la historia de Niza es el mundo entero", una alusión indirecta a que entre las víctimas había personas de diecinueve nacionalidades.

A su juicio, es "vital" arrancar de raíz la ideología que alimenta ese terrorismo, y eso pasa también por una acción "de la cultura, de la inteligencia, de la escuela" para "evitar el oscurantismo" y "para que el fanatismo no pueda prosperar sobre el caldo de cultivo de la miseria".

El jefe del Estado prefirió utilizar la expresión de "asesino anónimo" para no pronunciar el nombre del autor de la matanza, Mohamed Lahouaiej Boulhel, cuyo perfil y cuyas motivaciones siguen generando extrañeza entre los propios investigadores.

En primer lugar porque no se han encontrado vínculos directos del grupo yihadista Estado Islámico, que reivindicó el ataque, con este tunecino de 31 años, abatido por la policía después de cuatro minutos de una carrera mortal al volante de un camión de alquiler con el que se había colado en una zona cerrada al tráfico por la que paseaban miles de personas la noche de la Fiesta Nacional francesa.

Más allá de haberse constatado su perfil psicológico inestable, no había dado signos entre sus conocidos de que hubiera derivado en el integrismo islámico, aunque a la vista de las pruebas acumuladas, no hay duda de que su acción estaba premeditada desde hacía mucho tiempo.

Macron no pudo evitar hacer mención a una segunda investigación que va en paralelo, la que trata de determinar si hubo fallos en el dispositivo de seguridad que permitieron que el camión asesino se adentrara en el Paseo de los Ingleses de Niza aquella noche, después de los fuegos artificiales.

Reconoció que el "dolor" entonces había "fisurado la relación entre la República y los ciudadanos", se esforzó en subrayar la "integridad" de su predecesor, François Hollande, y de su Gobierno que era el responsable de ese dispositivo de seguridad, y recalcó también que "se hará lo posible para que la República recupere (la) confianza".

"El Estado no se sustraerá ni a su deber de claridad, ni a su deber de compasión (...) No os abandonará nunca", insistió en un acto en que mostró una total armonía con el alcalde de Niza, Christian Estrosi, que tras el ataque se enzarzó en una polémica con el Ejecutivo de Hollande sobre el hecho de que no se había evaluado el riesgo terrorista en la ciudad.

Precisamente, en el palco oficial instalado en la plaza Masséna, donde se conmemoró hoy tarde el aniversario, había diferentes autoridades, como el príncipe Alberto de Mónaco, miembros del Gobierno, los presidentes de las cámaras del Parlamento y los dos anteriores jefes del Estado, el conservador Nicolas Sarkozy y el socialista François Hollande.

Macron garantizó a los supervivientes y a sus familias, con los que se entrevistó al término de la conmemoración, todos los dispositivos de ayuda puestos en marcha en los dos últimos años, ante las oleadas de acciones terroristas que ha sufrido Francia: "Eso se os garantizará", declaró.

El homenaje comenzó con un desfile de militares, policías y bomberos, en total 2.000 personas, y tuvo una fase más emotiva con la lectura del nombre de los 86 muertos.

Terminó, como es habitual en Francia en estos casos, con La Marsellesa, el himno nacional.