Martin Schulz, designado oficialmente en enero pasado por los socialdemócratas alemanes para conducir a la formación hasta la Cancillería en las elecciones generales de hace cuatro meses, ha pasado en menos de un año de ser la esperanza a convertirse en la "oveja negra" de su partido.

Lejos parece quedar ya el "efecto Schulz", como se llamó al momentáneo repunte del Partido Socialdemócrata (SPD) en las encuestas en las semanas posteriores a su designación como candidato.

Lo que permanece en el recuerdo son los peores resultados de la socialdemocracia en unas generales y el firme rechazo que resultó no ser tal del líder socialdemócrata de negociar una reedición de la gran coalición con la canciller, Angela Merkel.

Su designación como jefe de la diplomacia alemana en la futura gran coalición, puesto que reclamaba para sí Sigmar Gabriel, su actual titular, ha sido la gota que ha colmado el vaso y que ha obligado a Schulz, dos días después de anunciar que se retira de la presidencia del SPD, a renunciar a la cartera de Exteriores.

Con su renuncia, Schulz puso fin a lo que muchos ven como meses de agonía que sucedieron a las elecciones generales de septiembre, en las que el voto de castigo a la gran coalición, y en particular al socio socialdemócrata, fue evidente.

Hace dos días, Schulz celebraba todavía que el pacto alcanzado con el bloque conservador para reeditar la gran coalición, opción a la que se había negado rotundamente tras los comicios al anunciar su intención de liderar al SPD como principal fuerza en la oposición, es un "muy buen acuerdo" con un claro "sello socialdemócrata".

Schulz, que aterrizó en la política nacional recién a principios del año pasado tras más de dos décadas entre Bruselas y Estrasburgo, perdió no sólo la carrera por la Cancillería, sino gradualmente también la confianza unánime que había depositado entonces en él la socialdemocracia alemana.

Schulz nació en Würselen, cerca de Aquisgrán, hace 62 años y allí sigue viviendo, en una ciudad de unos 40.000 habitantes situada en la esquina occidental de Alemania que hace frontera con Bélgica y Holanda.

Fue elegido con 31 años alcalde de su ciudad, el más joven del "Land" de Renania del Norte-Westfalia, europarlamentario con 38 y posteriormente presidente de la Eurocámara.

Fue entre Bruselas y Estrasburgo donde forjó su figura política, con un discurso vehemente y de firmes convicciones, enfrentado por encima de su cargo institucional a las fuerzas extremistas y eurófobas que incrementaban su presencia en el hemiciclo.

La fórmula funcionó al comienzo pero luego se fue agotando, mientras que Gabriel, que había renunciado a la presidencia del partido para abrirle campo a Schulz -a quien se le daban mayores probabilidades de derrotar a Merkel-, ganaba prestigio como ministro de Exteriores.

La idea de asumir la cartera de Exteriores, defenestrando a Gabriel, que se ha convertido en uno de los políticos más populares del país, no fue bien vista por muchos dentro del partido y en los últimos dos días la presión fue creciendo hasta que forzó a Schulz a declinar la posibilidad de entrar en el Gobierno.

"Renuncio a entrar en el Gobierno y espero que con ello se ponga fin al debate interno en el SPD", dijo Schulz, cerrando una cuestión que hubiera podido convertirse en un problema de cara a la aprobación del acuerdo de coalición por parte de los 463.000 militantes socialdemócratas.