Wang Qishan, elegido hoy nuevo vicepresidente chino, logra con su nombramiento un premio a su implacable campaña anticorrupción en el seno del Partido Comunista de China (PCCh), que se convirtió en uno de los grandes símbolos de los cinco primeros años de gobierno del presidente Xi.

Nacido el 1 de julio de 1948 en la costera ciudad oriental de Qingdao, Wang, de 69 años, abandonó en el XIX Congreso del Partido Comunista el pasado octubre el influyente cargo de secretario de la Comisión de Inspección y Disciplina, el órgano anticorrupción de la formación, pero regresa al poder estatal como gran aliado de Xi.

Comparado en ocasiones por la prensa con Eliott Ness por su fama de incorruptible y enemigo de los corruptos, Wang ha sido el responsable de una campaña antifraude que se ha saldado con castigos y sanciones a 1,4 millones de cargos del PCCh, una cifra sin precedentes (uno de cada mil chinos).

Entre los principales líderes caídos en la campaña, que algunos críticos ven como una purga de opositores al presidente Xi, destacan el exministro de Seguridad Pública Zhou Yongkang, el secretario y mano derecha del anterior presidente Hu Jintao (Ling Jihua) o incluso destacadas figuras del ejército como el general Guo Boxiong.

En su juventud, que coincidió con los turbulentos años de la Revolución Cultural (1966-76), Wang fue enviado al campo para ser "reeducado", una dura época en su vida donde compartió tareas y hasta dormitorio en la provincia septentrional china de Shaanxi con Xi.

Wang no imaginaba entonces que compartiría 40 años poder con el joven algo menor que él con el que entonces compartía litera, y tampoco albergaría muchas ambiciones políticas cuando poco después comenzó a estudiar Historia en la Universidad del Noroeste de Xian, entre 1973 y 1976.

No parecía que Wang, consagrado en aquellos años al estudio de la China imperial y republicana de los siglos XIX y XX, fuera a dedicarse a la política, pero su matrimonio con la hija de un líder comunista, Yao Yilin (viceprimer ministro entre 1988 y 1993) daría un vuelco a su vida y la llevaría a una imparable carrera.

Un Wang que se ha reinventado varias veces a lo largo de su vida comenzó a destacar en las finanzas y en 1989 fue nombrado vicepresidente del Banco de Construcción de China, una de las cuatro grandes entidades financieras estatales del país, que presidiría entre 1994 y 1997.

En ese año llegaría su primer gran cargo político, el de vicegobernador de la provincia de Cantón, un puesto desde el que ganó prestigio y fama de "apagafuegos" al ser uno de los artífices de que la crisis financiera asiática no se contagiara desde la vecina Hong Kong a China.

Ello le permitiría ascender más tarde a un cargo estatal, el de director de la Comisión Económica Estatal de Reforma Estructural, y en 2003 sería transferido a un cargo local pero que tradicionalmente es trampolín para futuros ascensos en el régimen, el de alcalde de Pekín.

En la alcaldía de la capital, Wang tuvo nuevamente que hacer frente a una crisis, en este caso la creada en la primavera de 2003 por la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), y dirigió los preparativos para los Juegos Olímpicos de 2008, que se saldaron con un gran éxito organizativo y más puntos en su prestigio.

En 2007 entró a formar parte del Comité Central y el Politburó del PCCh, escalones necesarios antes de llegar en 2012 al mencionado Comité Permanente de la formación, y en 2008 ascendía al cargo de viceprimer ministro encargado de asuntos económicos, bajo la presidencia de Hu Jintao.

Su nombramiento como jefe anticorrupción en 2012, coincidiendo con el ascenso de Xi a la secretaría general del Partido, fue una sorpresa para el propio Wang, por su mayor experiencia en materias financieras, aunque finalmente cumplió con creces las expectativas del máximo líder chino.

Ya en su posición de jefe anticorrupción, Wang ganó popularidad y fama hasta ser considerado el segundo hombre más poderoso del régimen tras Xi, por encima incluso del primer ministro Li Keqiang o del entonces vicepresidente Li Yuanchao, a quien ha reemplazado hoy.

Aunque como el resto de líderes chinos se conoce poco de su vida personal, es un confeso aficionado a la serie estadounidense de ficción "House of Cards", sobre luchas de poder en la Casa Blanca y en la que China ha tenido un importante papel antagonista algunas temporadas.