Miguel Ángel Moratinos llegó el jueves a Tenerife para participar en el foro ULL Debates y hablar de los objetivos de la Agenda 2030, pero su experiencia en política internacional impide conversar con el diplomático solo sobre los objetivos de desarrollo sostenible que ha marcado Naciones Unidas para la próxima década o que le programen una agenda light. Moratinos es en la actualidad presidente de la Red Española de Desarrollo Sostenible y tiene una amplia experiencia en política. Trabajó para el Gobierno español como director para las relaciones con Europa delEste, estuvo destinado en la Embajada de España en Yugoslavia, fue ministro de Asuntos Exteriores entre 2004 y 2010 con elPartido Socialista y representante de la Unión Europea para el proceso de paz árabe-israelí entre 1996 y 2003.
Atendió a este periódico ayer, en una sala del Edificio Central de la Universidad de La Laguna, en un hueco entre reuniones y encuentros. Durante toda la charla hizo una defensa ardiente de los valores europeos.
Está en Tenerife para promocionar el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible. ¿En qué medida las universidades y las ciudades pueden contribuir a poner en marcha la Agenda 2030?
La verdad es que me he encontrado con buenas noticias en Tenerife y en Canarias, porque he encontrado interés, conocimiento y voluntad de aplicar la agenda de sostenibilidad de manera seria y comprometida, tanto por parte de Universidad de La Laguna como del Cabildo.Ambas instituciones son conscientes de la necesidad de aplicar estos objetivos y están decididas a ir hacia adelante y conocer las experiencias a nivel nacional e internacional que se están llevando a cabo para lograr que la agenda 2030 sea una realidad en unos años. Por lo tanto, me he quedado muy satisfecho y animado con el espíritu positivo que he encontrado en todas mis conversaciones.

Dada su experiencia y las últimas noticias sobre la situación, ¿cuál cree que es el futuro del Sahara Occidental tras el reciente fallo del Tribunal de Justicia Europeo que dice que el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos no puede incluir las aguas del Sahara?
El del Sahara es un largo conflicto al que he dedicado muchas horas de mi vida, mucho pensamiento, y es una pena que todavía, en el año 2018, no hayamos alcanzado un acuerdo. Creo que es uno de esos conflictos que merece la pena revisar y sobre todo encauzar a través de Naciones Unidas, que siempre es la única solución, porque es la única organización capaz de mantener la legalidad internacional y de acercar posiciones. Yo creo que lo que tiene que hacer España es apoyar las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; apelar, como lo ha hecho hasta ahora, a esa legalidad internacional y animar a las partes a que encuentren una solución bajo el liderazgo, la mediación y el esfuerzo del representante especial. Y la solución es la que describen las resoluciones del Consejo de Seguridad año tras año, que tiene que ser justa, política y mutuamente aceptable.
¿Tienen que ceder las dos partes?
Las dos partes tienen que encontrar ese compromiso histórico y yo creo que nuestro país tiene que trabajar en ese sentido.
A pesar de que ahora los asuntos que tienen que ver con las relaciones internacionales pasan más rápido que antes, ¿hay conflictos a los que nos hemos acostumbrados, como al conflicto palestino-israelí?
Creo que ese conflicto hay que denunciarlo con más fuerza aún. Si en el tema del Sahara Occidental lo que necesitamos es despertar las conciencias, en el tema palestino se está perdiendo lo que durante muchos años muchos de nosotros logramos mantener, que era la esperanza de que podía haber una solución definitiva. Las últimas decisiones, como la norteamericana, de transferir la embajada de Estados Unidos a Jerusalén o la falta de voluntad política de negociar y de encontrar una solución entre palestinos e israelíes, hacen que la comunidad internacional esté cansada, hecha a la idea de que la paz es una utopía, que no se alcanzará. Yo, sin embargo, que llevo muchos años preocupándome y ocupándome de este conflicto, creo que esto no es así. El conflicto israelí o palestino debería ser la prioridad número uno de la agenda internacional. Lógicamente, está Siria y Yemen, y otros conflictos, pero si no se resuelve el conflicto israelí-palestino no habrá estabilidad y seguridad en Oriente Próximo. Por tanto, la primera tarea, la primera obligación, el primer deber, es que la comunidad internacional busque una solución del conflicto entre israelíes y palestinos. Y, en ese sentido, Europa debe asumir su responsabilidad y tomar esa dirección. Ahora no se hace nada, hay una especie de frustración colectiva, una dejación de responsabilidades y por desgracia cada vez se deteriora más la situación. Parece que no pasa nada, pero el escenario es cada vez más difícil y cualquier día nos vamos a levantar con una situación muy irreversible y muy compleja en esa parte del mundo.
América está girando cada vez más hacia Asia-Pacífico. ¿Está la UE asumiendo su papel, o el protagonismo que debe tener, en sus áreas de influencia?
Tengo que decir la verdad. Veo una Europa tibia, temerosa. Es verdad que tenemos a un nuevo presidente de la República Francesa deseoso de reformar Europa, de darle una nueva ilusión, de demostrar que el modelo europeo es uno de los mejores modelos políticos, económicos y sociales a nivel internacional, y que dentro de ese modelo existe un protagonismo y una relevancia a nivel internacional. Vamos a esperar a que Macron y la canciller Angela Merkel nos hagan propuestas para dotar a la Unión Europea de mayores instrumentos para estar más presentes en el área internacional. Pero los últimos seis años han sido de una ausencia y de una impotencia mayúsculas por parte de la Unión Europea. Jamás hemos observado una ausencia como la que Europa ha demostrado en los últimos años. No entendemos en una guerra como la de Siria que Europa esté ausente. Se reúnen las partes en Astana, y están los iraníes, los rusos, los turcos, los norteamericanos… ¿Y dónde está Europa? ¿Dónde está la presencia diplomática europea? ¿Y quién asume las consecuencias de la guerra? Somos los europeos... en el problema de los refugiados, en los ataques terroristas. Por tanto, Europa no puede quedarse al margen, están en riesgo los intereses vitales europeos. No entiendo el por qué de esa tibieza, de esa falta de voluntad de participar más activamente en estos problemas.
¿El brexit es el símbolo más evidente de que el proyecto europeo se ha resquebrajado?
El brexit ha sido el símbolo de este populismo falso que ahora todo el mundo está descubriendo. Todos empiezan a entender por qué se ganaron las elecciones en Estados Unidos de una manera, cómo se ganó en el Reino Unido el voto favorable al brexit. Y todo el mundo está obsesionado ahora con los hackers rusos, pero al final es una empresa norteamericana – Facebook– la que facilita los datos para influir en determinados procesos. Por lo tanto, todo el sistema internacional político occidental está en crisis. El brexit es una manifestación más de esa crisis que vivió Europa en un momento histórico. Pero en las siguientes elecciones, sobre todo en las francesas, se demostró que la gente no quiere irse de la UniónEuropea. Incluso los movimientos más populistas en Italia, que tenían discursos electorales previos antieuropeos, como Liga del Norte o el Movimiento Cinco Estrellas, en la última fase de las elecciones ya dicen “no, no nos vamos a ir del euro”. Porque saben que la opinión publica general quiere mantenerse en Europa. Estamos ante una tesitura y una paradoja. Por una parte, la ciudadanía quiere más Europa, quiere que Europa se consolide, pero la opinión pública europea rechaza la manera en que los dirigentes europeos van conduciendo la nave europea. Entonces, lo que sí hace falta es movilizarnos y dotarnosa de una nueva Europa con esa fuerza, ese compromiso que desgraciadamente han estado ausentes los últimos años. Tenemos una cita el año próximo con el voto europeo. Es una buena ocasión para que el ciudadano europeo, en lugar de protestar y considerar que Bruselas no hace o deja de hacer, vaya a votar y no vote solo un 30% o un 40%. A mi modo de ver, las elecciones al Parlamento Europeo son más importantes que las elecciones nacionales. El Parlamento Europeo decide mucho más que la carrera de San Jerónimo (Congreso de los Diputados). Y los ciudadanos europeos deberíamos preocuparnos más y movilizarnos. Debemos fijar plataformas políticas que incorporen aspiraciones de la ciudadanía europea y lograr que esta Europa que ha conseguido mucho vuelva a renacer con un nuevo proyecto mucho más ilusionante y favorable a los intereses de los ciudadanos europeos.
En relación con las elecciones que han podido ser manipuladas, esta semana hemos sabido que el equipo de campaña de Trump usó una gran cantidad de datos personales en Facebook. ¿El ciudadano digital es más manipulable que el analógico?
Bueno, no es que sea más manipulable o menos. Lo que demuestra el colapso de Facebook es que hemos tenido dos grandes crisis. Una fue la crisis financiera, en la que nos querían demostrar que la mejor manera de crear riqueza era la orgía especulativa y de liberalización absoluta de las instituciones bancarias, o sea, que no hubiese reglas. Eso llevó a esa gran crisis y se tuvo que reformar todo el sistema financiero internacional para establecer reglas. El Comité de Basilea, las instituciones europeas y norteamericanas –la Reserva Federal– establecieron medidas para regular las inversiones y el uso de los capitales. Si esto es en el mundo de las finanzas, en este nuevo mundo que es internet, donde nos decían que no se puede regular, que todo es libre, que cómo vamos a poner puertas al campo, también ahora nos damos cuenta de que tampoco puede ser, que la evolución de la humanidad y de Naciones Unidas y de la colaboración internacional ha sido posible estableciendo unas reglas en las que todos encontremos un mínimo de convivencia y de garantías suficientes. Me imagino que ahora habrá caído ya el telón y que los estados miembros tienen que decir que comportamientos como los de Facebook o los hackers rusos no son aceptables. Así que sentémonos en torno a una mesa los agentes internacionales y fijemos unas reglas, un modus vivendi, o aquí todos saldremos perdiendo. Habrá una desbandada de los clientes de Facebook después de esto, pero hasta ahora todos estaban contentos. Los que conocemos un poco las relaciones internacionales sabíamos ya de los peligros y los riesgos que tenía esta falta de regulación. Creo que ahora se abre un nuevo periodo –espero que positivo– para que podamos regular mejor todas estas actividades.
¿Trump es tan peligroso como nos pintan o es una pose?
El personaje ha sido elegido democráticamente y hay que aceptar esa elección, pero es indudable que tiene una visión del mundo muy obsoleta. Vivimos en un mundo interconectado, todos los problemas que estamos viendo son interdependientes. Lo que ocurre en Inglaterra con Facebook está ocurriendo también en Norteamérica o España, y el ébola no tiene fronteras. Entonces, ¿cómo vamos a resolver todos estos problemas globales con medidas de carácter unilateral y aislacionista? Es un mundo del ayer; la Administración Trump es un mundo del pasado. No es un mundo del presente ni del futuro. Tendrá el desarrollo que desee la población norteamericana, pero es indudable que “America first” o “America back” no se producirá ni con este tipo de políticas ni con aranceles tarifarios en materia de comercios ni con muros para evitar la inmigración. Creo que esas son medidas del pasado y que la propia realidad internacional irá colocando cada cosa en su sitio. Lo que hay que hacer es seguir trabajando. Lógicamente es más complicado, porque Estados Unidos es un gran país, pero Europa tiene que centrarse en resolver sus problemas. De hecho, esto puede servir de acicate para Europa, para no depender siempre de la decisión o del consejo de los Estados Unidos. Europa, dadas las circunstancias, tiene que tomar decisiones en la lucha contra el cambio climático, en seguridad y defensa, en política exterior; tiene que defender sus intereses, esté Trump o no esté. Porque Trump, o quien esté, lo que quiere es su política para sus ciudadanos. Nosotros no tenemos que estar obsesionándonos con Trump, sino con nuestro propio futuro, y reflexionar sobre la capacidad autónoma, independiente, de Europa de cara a los próximos años.
Para eso Europa tendrá que decidir cuáles son sus intereses en seguridad, defensa, política exterior, porque cuando vemos crisis como la de Siria se demuestra, una vez más, que existen intereses contrapuestos entre los estados.
Es que esa es la tarea y la obligación de Europa. Si no sabemos cuál es el interés europeo, estamos mal. Yo sí sé lo que es el interés europeo y muchos ciudadanos también lo saben. Lo que pasa es que a veces los dirigentes europeos han tenido miedo de defender el interés europeo y han preferido refugiarse en la protección más allá del Atlántico para mantener una distancia hacia decisiones complicadas y difíciles. Creo que la hora de Europa ha vuelto a sonar y debemos estar preparados para el nuevo capítulo histórico que a Europa le va a corresponder desempeñar.