Saif ul Malook, abogado de la cristiana Asia Bibi, absuelta ayer por el Tribunal Supremo de su condena a muerte por blasfemia, afirmó hoy que su cliente deberá abandonar Pakistán por seguridad, al tiempo que teme por su propia vida.

"Ella (Asia) no está segura en Pakistán y tendrá que abandonar el país", dijo Malook, quien piensa que él también debería salir del país asiático por su seguridad.

El abogado indicó que Asia no ha sido liberada aún de la cárcel de Multan, donde está internada, ya que el proceso de liberación lleva varios días.

"No sé adonde ira", reconoció Malook, respecto a una posible salida de la mujer cristiana en busca de asilo político a otro país.

El propio Malook teme por su vida, a pesar de que le protegen dos guardaespaldas.

"No me arrepiento de haber representado a Asia, pero estoy asustado", remarcó al asegurar que "no cree que esté seguro" en Pakistán ahora mismo.

El propio Tribunal Supremo afirmó en su sentencia de absolución que desde 1990 al menos 62 personas han sido asesinadas por alegaciones de blasfemia, incluso antes de que hicieran frente a la justicia por el delito de supuestamente insultar al islam.

Y al menos dos figuras públicas fueron asesinadas en 2011 por defender a Asia Bibi: el exgobernador de Punyab Salman Tasir y un ministro de Minorías, el cristiano Shahbaz Bhatti.

Tras el fallo ayer del Supremo, radicales islamistas del partido Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP) comenzaron a protestar por todo el país, con cortes de carreteras y sentadas frente a instituciones públicas.

El fallo fue defendido ayer por el primer ministro paquistaní, Imran Khan, que dio un discurso televisado para asegurar que "la decisión del Tribunal Supremo es acorde con la Constitución" y pidió a los manifestantes que no se enfrenten al Estado.

La dura ley antiblasfemia paquistaní fue establecida en la época colonial británica para evitar choques religiosos, pero en la década de 1980 varias reformas auspiciadas por el dictador Zia-ul-Haq favorecieron el abuso de esta norma.

Desde entonces, se han producido un millar de acusaciones por blasfemia, un delito que en Pakistán puede llevar aparejada la pena capital, aunque nunca se ha ajusticiado a ningún convicto.