Las elecciones generales de Nigeria han dado ya comienzo con la deposición del voto del actual mandatario, Muhammadu Buhari, coincidiendo con la apertura de urnas, tras el aplazamiento ''in extremis'' de la semana pasada y en medio de la amenaza de la violencia electoral, como la que dejó hace siete días 130 muertos en el estado de Kaduna.

El presidente de la comisión electoral de Nigeria, Mahmood Yakubu, afirmó en su anuncio que "con la determinación de celebrar unas elecciones libres y justas la comisión ha llegado a la conclusión de que continuar con las elecciones ya no es viable", tras lo que citó intentos de sabotaje y problemas logísticos como el mal tiempo o retrasos en la entrega de las papeletas.

La decisión del organismo fue criticada por la clase política, incluido el presidente Buhari, quien llegó a pedir que se investigue la "incompetencia" de la comisión. La decisión ha supuesto además un coste de 1.500 millones de dólares para las arcas públicas, según la Cámara de Comercio e Industria de Lagos.

El anuncio llegó horas después de los incidentes de seguridad en Kaduna (centro) cuyo balance de víctimas en ese momento era de 66 muertos, si bien la cifra ha sido revisada al alza durante la semana hasta los 130 fallecidos. Sin embargo, la comisión no ha citado motivos de seguridad para su decisión.

La amenaza de la violencia todavía persiste. Este sábado, un grupo de supuestos milicianos islamistas han atacado una localidad en el noreste de Nigeria, obligando a las personas a huir tan solo horas antes de la apertura de los colegios, según han informado residentes.

"Hemos huido, con nuestras mujeres e hijos y cientos de otros", ha afirmado por teléfono Ibrahim Gobi, que vive en la localidad de Geidam, en el estado de Yobe. "Estamos corriendo y escondiéndonos en los arbustos", ha añadido.

Alrededor de la misma hora, varios testigos han informado a la agencia de noticias Reuters de que han escuchado explosiones en Maiduguri, la capital del vecino estado de Borno.

LOS PRINCIPALES CANDIDATOS

Buhari accedió a la Presidencia en 2015 --en la que fue la primera transición democrática desde el fin de la junta militar en 1999-- con la promesa de luchar contra la corrupción y acabar con Boko Haram, si bien la crisis económica se ha agudizado, el grupo se ha escindido y aumentado sus ataques y la inseguridad ha aumentado a causa de los cada vez más frecuentes enfrentamientos entre pastores y agricultores en la franja central del país.

Buhari --que incluso ha tenido que salir a desmentir rumores sobre la existencia de un doble suyo ante sus largas ausencias por motivos de salud-- ha hecho girar su campaña electoral en torno a la lucha contra la "maldición" de la corrupción, apuntando veladamente contra Abubakar, que figuró junto a su esposa en un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre prácticas corruptas.

Sin embargo, su imagen se ha visto resentida durante su mandato por la práctica ausencia de apertura de casos contra miembros de su partido, dado que la mayoría han estado centrados en opositores, lo que ha llevado a parte de la población a sospechar de la campaña. Asimismo, su decisión de cesar al presidente del Supremo a pocos días de las elecciones ha generado numerosas críticas.

Por su parte, Abubakar se ha presentado como una persona enérgica y dispuesta a actuar, en contraste con la imagen de pasividad de Buhari. "Una cosa es prometer y otra hacer esas cosas. No soy de los que hacen grandes promesas. Más que promesas, creo en políticas" dijo durante la presentación de su campaña, bajo el lema ''Get Nigeria Work Again'' (''Hagamos que Nigeria funcione de nuevo''), similar al usado por Donald Trump en su campaña a la Presidencia de Estados Unidos.

Abubakar espera replicar la hazaña de Buhari de ganar una elección presidencial al cuarto intento. Antes de que Buhari asumiera el cargo en 2015, el PDP había sido el único partido en el poder desde la transición del país de África occidental al gobierno civil en 1999.

PREOCUPACIONES DE SEGURIDAD

La jornada electoral, al igual que otros años, tendrá lugar en medio de la amenaza que suponen los posibles ataques de Boko Haram y su escisión, Estado Islámico en África Occidental (ISWA, según sus siglas en inglés), además de la creciente inseguridad por los enfrentamientos intercomunitarios.

A pesar de que el Gobierno de Buhari ha asegurado en varias ocasiones que Boko Haram --cuyo nombre real es Grupo en Defensa de la Tradición del Profeta para la Predicación y la Yihad-- ha sido derrotado militarmente, tanto el grupo como ISWA han incrementado sus operaciones en los últimos meses, especialmente en el estado de Borno (noreste) y la cuenca de lago Chad.

El grupo ha perpetrado numerosos atentados y ha estado detrás del secuestro de miles de personas en el norte del país, llegando a jurar lealtad a Estado Islámico, lo que provocó su escisión después de que Abú Bakr al Baghdadi reconociera como líder del grupo a Musab al Barnaui, quien ahora encabeza ISWA, que ha centrado sus operaciones en las fuerzas de seguridad.

Sin embargo, y a pesar de ello, en el último año la mayoría de las víctimas mortales han sido causadas por los enfrentamientos entre agricultores y ganaderos en torno al control de territorios fértiles, a causa del desplazamiento de estos últimos hacia zonas del centro y sur del país por la desaparición de pastos en el norte por la creciente desertificación, lo que ha abierto un nuevo frente en el país por la presentación del conflicto como uno de tintes religiosos.

INMOVILIDAD POLÍTICA

Pese a todo, estas nuevas elecciones volverán a ver un cara a cara entre dos líderes políticos de avanzada edad --Buhari tiene 76 años, por los 72 de Abubakar--, en un país en el que el 51 por ciento de los votantes registrados tienen entre 18 y 35 años y en el que la mediana de edad está fijada en 18 años.

El PDP estuvo en el poder entre 1999 y 2015, cuando el APC desbancó a Jonathan con la victoria de Buhari. El partido se ha visto sacudido por el abandono de políticos que se han pasado a las filas del PDP antes de los comicios, y el propio Abubakar, uno de los fundadores del PDP, se pasó a las filas del APC antes de volver a la formación en 2018 para lanzar su candidatura a la Presidencia.

Esto ha llevado a numerosos observadores y a parte de la población a considerar que parte de la casta política no está motivada por ideologías políticas o planes a favor de los nigerianos, sino que simplemente se mueven por una serie de intereses personalistas para buscar mantener sus cargos u optar a otros mejores con estos trasvases entre partidos.

En el caso de las mujeres, la falta de representación es otro de los frenos a la participación: pese a que componen el 44 por ciento del electorado, nunca ha habido una presidenta o gobernadora de un estado, y en total sólo hay seis mujeres en el Parlamento, de 469 escaños.

Esta falta de movilidad es palpable en el hecho de que Buhari vaya a presentarse por quinta vez a la Presidencia, mientras que Abubakar lo intentará por cuarta vez. En este contexto juegan un gran papel los conocidos como ''padrinos'', que amasan una gran influencia y movilizan a parte del electorado a favor de los candidatos a los que apoyan.

En total concurren 73 candidatos a las presidenciales --con únicamente seis candidatas-- mientras que al Senado hay 1.904 candidatos --para 109 escaños-- y a la Cámara de Representantes hay 4.680 --para 360 escaños--. Más de 84 millones de personas están inscritas en el registro de votantes.