EN LA ACTUALIDAD, los profesores padecen profesores padecen una ardua crisis de autoridad: "Un aula de secundaria es una batalla campal en la que el profesor queda relegado casi siempre al papel de mero observador de la OTAN sin la cobertura de los cascos azules, al menos hasta que los guardias jurados entren en las aulas, que todo se andará", escribe el profesor José Sánchez Tolosa en su libro El profesor en la trinchera (Esfera de los Libros 2008). En las aulas de primaria ocurre otro tanto.

La Comunidad de Madrid ha anunciado una próxima ley que dará a los profesores el rango de "autoridad pública", análogo al que tienen funcionarios como los jueces o los policías. La intención es dar un mayor respaldo formal a la autoridad natural que por su profesión les corresponde y protegerles contra faltas de respeto, amenazas y agresiones por parte de alumnos o padres. Estos males se han multiplicado en los últimos años, y los docentes los acusan vivamente, incluso -no pocas veces- con crisis de ansiedad, depresión? Pienso que esta iniciativa de la Comunidad de Madrid se debiera extender a todo el territorio nacional.

Ante este anuncio ha habido comentarios o bien a favor o en contra. Pero incluso los que no están de acuerdo con la medida anunciada reconocen el problema como una de las causas más importantes del tan cacareado mal endémico de la educación en España. Personalmente, soy de los que piensa que la letra con sangre no entra, pero que sin autoridad y disciplina tampoco.

Hay que reconocer que la autoridad no está de moda, tal vez porque, con frecuencia, se confunde con el autoritarismo -que tanto abunda en el ambiente político- o con una personalidad autoritaria. La palabra autoridad viene del latín "autóritas", término que procede del verbo "augere" que se traduce como el que hace, el que obra, el que promociona, el que incrementa, el que auspicia, el que sabe.

Ser autoridad en una determinada materia significa que esa persona sabe mucho de ella, que tiene mucha experiencia, que ha trabajado con ella, que la ha estudiado, a veces a su manera, pero que la domina y la practica, ¡es coherente con ella! Un profesor, por su competencia técnico-profesional y experiencia personal, es o debe ser una autoridad docente, además poder ejercerla. No se trata de "eso lo estudian ustedes porque lo digo yo, que soy el profesor". No, ¡no! eso no es autoridad, es autoritarismo o síntomas de una personalidad autoritaria.

La autoridad de un maestro o de un profesor supone ir por delante y exigirse a sí mismo ciento veinticinco, para poder exigir a sus alumnos veinticinco es tener serenidad para hablar -hay que dar razones y saber argumentar-; tener fortaleza para corregir; optimismo para persuadir y animar... Todo esto no se logra de la noche a la mañana, ni tampoco mediante un decreto o una ley; porque no se sustenta únicamente con consideraciones legales. La autoridad del profesor con los alumnos hay que ganarla en el día a día: con trabajo, con tesón, con entusiasmo y hasta con gracia. Y, qué duda cabe, con el necesario e imprescindible apoyo y respaldo de la Administración educativa, que representa la legalidad después de los padres de los alumnos; también deben apoyar toda la sociedad y los medios de comunicación, sobre todo la televisión, que tanto influye en la educación.

No se trata de volver a tiempos pasados, sino de lograr una dignificación social de la tarea del profesor, un mayor reconocimiento a su profesión que haga que su palabra goce de presunción de veracidad, de modo que en un enfrentamiento de pareceres lo que dice tenga la máxima credibilidad. Los actos de fuerza o intimidación, y las agresiones o atentados contra su persona deben ser castigados con la mayor severidad. Por lo que estarán sujetos a sanciones más duras si abusan de su autoridad.

Se necesita recuperar y prestigiar la figura del profesor, hay que pagarles lo que en justicia les corresponda. Los sueldos de los profesores españoles son los únicos que en la OCDE han bajado en los últimos diez años; y en Canarias todavía se les debe el importe de la homologación desde 1994. En definitiva: hay que hacer más atractiva y motivadora su labor -que es apasionante, si se tiene vocación- para atraer a la docencia los mejores profesionales.

* Orientador familiar y profesor emérito del CEOFT