La entomología fue una de las aficiones desconocidas del escritor y poeta tinerfeño Rafael Arozarena Doblado (Santa Cruz de Tenerife 1923-2009), Premio Canarias de Literatura que fue enterrado ayer en el cementerio de Santa Lastenia con la presencia de sus familiares y numerosos amigos.

Esta inclinación por el mundo de los insectos del entrañable creador de "Mararía" y "Cerveza de grano rojo", entre otras interesantes obras, es relatada por el propio escritor en un texto que publicó el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife, según explica en una nota el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo Insular.

Al parecer, hace apenas un año Arozarena colaboró nuevamente con el museo aportando un escrito, incluido en la publicación "Tras el cristal: una visión de los museos del Cabildo de Tenerife", en el que relataba en primera persona esa antigua e íntima vinculación con la entomología y con la gestación del actual museo .

En la citada publicación, Arozarena confiesa que "me introduje en el mundo de los pequeños dinosaurios gracias a la amistad que tenía mi padre con el naturalista y prestigioso entomólogo Anatael Cabrera", quien lo ayudó a introducirse en el apasionante mundo de los insectos.

"Una simple lupa y unas palabras de estímulo bastaron. Cuando aprobé el bachillerato mi padre me dijo: "¿Qué prefieres, ingresar en los exploradores, una bicicleta o conocer a Anatael Cabrera?". y respondí: conocer a don Anatael, porque ya era yo muy aficionado a los bichos".

"A partir de ahí -continúa-, acudía todas las tardes a su casa en La Laguna, a estudiar entomología con él y cuando iba a la biblioteca, estudiaba en los libros de Historia Natural de Webb y Berthelot. Pero una de las veces, el libro que pedí estaba ocupado, cosa que me extraño. ¿Quién puede tener apetito por leer este tomo?, me pregunté. Y resultó que era José Mª Fernández. Un día lo esperé en la puerta y le pregunté si era aficionado a estudiar los insectos y me contestó que sí. A partir de ahí, entablamos una gran amistad y quedamos para salir de excursión a buscar pequeños dinosaurios. Después se uniría Manuel Morales Martín. Nos reuníamos los domingos en el antiguo café Cervantes (frente al teatro Guimerá), con nuestros atuendos de excursión de entomólogos: tubos, piquetas, frascos, mangas, mochilas... y un día nos preguntaron a dónde íbamos con esos ropajes tan raros y con tantos cachivaches. "Vamos a buscar mosquitos", respondimos. Esta simple respuesta provocó una curiosa anécdota, ya que al domingo siguiente, cuando llegamos al café Cervantes, oímos una voz al fondo del bar que ordenaba: ¡marchando café para los tres "mosquiteros"!

Arozarena relata cómo fueron creando sus propias colecciones y realizando estudios, hasta que no podían tenerlas en sus casas, motivo por el que acudieron al Cabildo a ver "si nos concedían un local para colocar las colecciones y fundar un museo".

Al final, consiguieron dos habitaciones grandes en un viejo caserón en la Granja que tuvieron que amueblar ellos mismos. A partir de entonces, se relacionaron con entomólogos y geólogos de toda Europa, "que acudían a las excursiones para que les indicáramos donde estaban los ejemplares que querían colectar", además de publicar sus artículos en la única revista que había en España "Graellsia".

"José Mª Femández se encargó de estudiar los Coleópteros, Manuel Morales dedicó su atención a los Ortópteros y yo estudié el Orden de los Himenópteros".

También comenta cómo contribuyeron con sus propias colecciones, junto a otros materiales geológicos y fósiles, a la gestación de lo que hoy es el Museo la Naturaleza, cuyo primer director fue el afamado geólogo Telesforo Bravo.