Ramón Padrón Cejas es un conocido folclorista y fotógrafo del municipio de La Frontera que sigue trabajando bajo la montaña, justo en la zona donde la pasada semana las autoridades evacuaron a algunas familias por temor a posibles desprendimientos. Los movimientos de tierra que se han registrado los últimos meses en la isla de El Hierro y su presencia diaria donde termina la ladera no han disuadido a Ramón a la hora de seguir con su vida y con sus tareas cotidianas.

Encontramos a Ramón Padrón Cejas en la falda de la ladera, cultivando su huerta y regando las flores que, cuidadosamente, ha colocado en hilera a lo largo de toda la pared que limita su parcela de la vía colindante. Ramón es un viejo conocido de EL DÍA, no en vano fue la primera persona que llevó el periódico al municipio de La Frontera, y también de muchos canarios, de dentro y fuera de las islas, que conocen su larga trayectoria y las historias que conforman una vida desarrollada con intensidad en la isla del meridiano.

Conviene recordar que Ramón es un referente dentro del folclore de El Hierro, al frente de la Agrupación Tejeguate, o que fue el primer fotógrafo que inmortalizó la imagen del avión de la Fuerza Aérea Norteamericana que se estrelló en la curva de El Mocanal, en el mismo término municipal, el 11 de diciembre de 1977, una imagen que dio la vuelta al mundo.

Aún lleva un silbato colgado al cuello, donde se puede leer "made in USA" con el que llama a su viejo perro "lobo herreño", una raza autóctona de la isla que nos advierte, "casi está en vía de extinción". Lo recuperó tiempo después, cuando en compañía de un primo suyo, pudo rescatar la lancha neumática que albergaba la aeronave que impactó en un día de niebla intensa y baja contra la irregular cordillera.

No fue lo único que encontró, asegura, ya que en una bolsa también halló una bengala, un espejo hecho añicos y un transmisor del que nunca llegó a escuchar nada. Parte del fuselaje del avión lo empleo posteriormente en hacer pitos y tambores.

Su historia está llena de anécdotas. En una amplia y detallada conversación recuerda que fue el primero en vender algunos productos en La Frontera que hasta ese momento no se comercializaban, bien porque se obtuviesen a través del sistema del trueque, como la calabaza, o bien porque no se conocían, como el pollo congelado que conservaba en una nevera de butano y que llegó al municipio de su mano, cuando él tenía el único supermercado de la zona.

En su pequeña huerta, donde se encontraba ayer domingo practicando como es habitual el trueque con sus vecinos, este hombre de sonrisa franca y verbo fácil cuenta que no tiene miedo a los terremotos, a pesar de haber sentido algunos y de trabajar justo al final de la montaña, no sólo en su finca sino también en el Ecomuseo de Guinea, un asentamiento de construcciones aborígenes situado en El Golfo que es donde trabaja habitualmente. Reconoce que se produce algún que otro desprendimiento en la ladera de la montaña de vez en cuando y que la única medida que ha tomado es cambiar la orientación del coche por si necesita salir de prisa en caso de emergencia.

No le quita el sueño

A Ramón no le quita el sueño la crisis sísmica; al contrario, afirma que llega tan cansado a casa de trabajar que "no nota nada". Quizá por eso no entiende cómo algunos de sus vecinos han decidido irse de la isla o mandar los niños fuera.

Él, con casi 68 años, no tiene ninguna intención de dejar sus cabras, su perro, la huerta que abastece su despensa o su casa. Si viene por ahí, dice señalando con su cabeza al aire, "iremos para el otro lado". No va a explotar toda la isla, pregunta, sabiendo que no obtendrá respuesta.

La historia de Ramón Padrón Cejas no es diferente a la de otros muchos herreños que ven este fenómeno sísmico como una anécdota, incluso como una posible oportunidad para revitalizar la economía de la isla, a través del incremento del turismo.