SE HAN DESATADO incendios de importancia en Tenerife y La Palma. Y conatos en La Gomera. Este seco verano, que sucede a un invierno sin lluvias, pone en peligro nuestros montes, que son también nuestros pulmones. Ha hecho muy bien el Cabildo de Tenerife en no aplicar los recortes a la Brifor, sus brigadas forestales, que mantienen el monte vigilado, aunque no limpio de pinocha, pues es imposible acometer la tarea de recogerla sin la participación de la iniciativa privada, que ya no quiere la pinocha para casi nada.

Cuando un incendio se produce, la gente de los lugares próximos al fuego viven momentos pavorosos. La morfología de las Islas convierte a estos siniestros en monstruos de fuego que lo devoran todo. La frágil ecología de nuestros montes, con especies arbóreas endémicas y con una fauna escasa, pero muy apreciada, es una víctima muy propicia para estos incendios, muchos de ellos provocados. Porque todavía hay gente sin conciencia que le pega fuego al monte. Parece mentira.

Si así hubiera sido en esta ocasión, es preciso extremar el celo para detener a los autores del desmán ecológico. Y dos palabras para valorar los esfuerzos que cuantos participan en las tareas de extinción del fuego, con riesgo de sus propias vidas, realizan para salvar nuestros montes. Esta tarea se hace impagable y esta gente debe recibir nuestro agradecimiento por su tarea, abnegada y arriesgada.

Las Islas viven también de sus montes. Los montes les aportan belleza, las hacen distintas y atractivas para el visitante. Tenerife, por ejemplo, y La Palma, y La Gomera, disfrutan con el valor de sus especies endémicas, de esa laurisilva importada que hemos hecho propia, de esos pinos canarios -quedan pocos insignes- que dan a nuestros altos una belleza incontenible.

Por eso es preciso preservar estos espacios y, cuando ocurre un siniestro como el de Adeje y Vilaflor, actuar con todos los medios disponibles para que no se extienda. Dos mil hectáreas de monte bajo y algunos pinos se han quemado. Los daños, al menos a la hora en que escribimos, no han sido cuantiosos, pero tampoco para despreciar. Tenemos que estar muy atentos para que los incendios se apaguen nada más producirse, para que no cojan cuerpo, para que no azoten lo que es de todos.

Y este puede ser un verano muy duro, dado el estado completamente seco de nuestros montes principales. Así que mucho cuidado.