Es muy difícil para el cronista político, o lo que sea, hallar un tema digno de ser resaltado, en este campo, durante las fiestas del carnaval. Todo se detiene, todo se supedita a una celebración en la que cada vez hay más quinquis en la calle y la gente se divierte menos. Porque la fiesta ha perdido gran parte de su esencia. Hago las excepciones de los que logran pasarlo bien en estos días, casi siempre en locales controlados donde reina la armonía, no exenta naturalmente de diversión. Además, hemos tenido la desgracia este año de vivir la tragedia de Saida Prieto, que afortunadamente mejora de sus quemaduras en el hospital Virgen del Rocío, en Sevilla.

La fórmula del carnaval de Tenerife está probablemente gastada. Llevamos muchos años viendo lo mismo, disfrutando con los mismos actos, los mismos personajes, los mismos trajes y parecidos motivos, alguno de ellos tan absurdos como el de este año: Bollywood, la imitación india de Hollywood, que a nadie le va ni le viene.

Quizá ahora, cuando todo se renueva, cuando se habla de mil cambios, de mil ciclos, ha llegado la hora de que esta fiesta, declarada de interés turístico internacional, y que nos ha dado justa fama, dé un vuelco. Se renueve definitivamente. Cambie de modelo y, cómo no, de ciclo.

Ya está bien de repetir como idiotas que tenemos el segundo carnaval más importante del mundo, después del de Río de Janeiro. Aunque fuera verdad, que probablemente no lo es, no nos miremos tanto el ombligo e intentemos mejorarlo. n uropa hay carnavales excelentes: el sofisticado e histórico de Venecia; el frío de Dusseldorf; el cachondo de Cádiz; y el nuestro, que nos ha dado, como he dicho, importantes satisfacciones.

Pero el de Tenerife es preciso cambiarlo. No digo yo que haya regresar a la mascarita, pero sí recuperar el espíritu trasgresor y crítico que la fiesta debe llevar consigo. Hemos dejado en paz a Las Palmas y a los canariones porque cuatro tontos del culo dicen que hay que procurar la armonía interinsular. n el carnaval la auténtica armonía es la del humor. Nos iba mejor cuando poníamos a parir a los de enfrente, cantándoles cuatro verdades. Hasta ese espíritu crítico se ha perdido. n esta época de cambios, revisemos el modelo. Démosle otra dimensión menos changa, más graciosa, más original. A nuestro pueblo le sobra invectiva y chispa para lograr un carnaval que de verdad sea el mejor del mundo. Pongámonos manos a la obra porque la actual fórmula está completamente agotada. l año que viene habrá otra oportunidad para dar un cambio radical al carnaval de Tenerife. Demostrar a propios y extraños que somos capaces de innovar lo viejo. Aunque sea difícil.