FUE UN TROPIEZO justo y con un tinte de desconsuelo, a la vista de los resultados que se habían producido durante la jornada y que invitaban a una ilusionante posibilidad de asalto a la primera plaza de la LEB, y que además hubiese permitido un colchón de victorias con los inmediatos perseguidores.

El postpartido de dicha derrota tampoco trajo buenas sensaciones. Lejos de esperar que se censurase con cierta agresividad el resultado adverso, sí esperábamos una lectura algo diferente. El Tenerife Rural desaprovechó una oportunidad factible para aumentar sus credenciales de aspirante.

La lectura del partido, por parte del equipo, fue muy deficiente. Al margen del pobre porcentaje de acierto en los lanzamientos, la concentración para encontrar debilidades en el rival brilló por su ausencia. Sólo Francis, con un aceptable último cuarto, mantuvo esperanzas en la grada.

La derrota no debe pasar desapercibida. Lo contrario sería muy peligroso para el futuro del grupo. Si hemos elogiado el crecimiento colectivo, a raíz de los movimientos sucedidos en el vestuario, es tiempo ahora de castigar el más que probable menosprecio al rival del pasado sábado, que se pagó con una mala lectura del encuentro y que trajo como consecuencia la derrota.

Ahora viene el derby y la previa ha cambiado en sólo una semana. Si hace siete días era el Tenerife el que parecía con una velocidad de crucero y se mostraba favorito para asaltar el Ríos Tejera, es ahora el equipo de Alejandro Martínez el que está sumando condicionantes para que se le vuelva a otorgar ese cartel en el encuentro de máxima rivalidad.

Ganar en Melilla, después de hacerlo frente al líder en el Ríos Tejera, permiten hablar del regreso de los aurinegros a una competición en la que aún tienen muchas cosas que decir.

*Entrenador Superior de Baloncesto