A TODO NUEVO INVENTO le sigue de inmediato el consabido aprendizaje, sin el cual su pleno disfrute es imposible. Y el automóvil, como cualquier aparato de otra índole, no sólo lleva acarreado conocer el funcionamiento de todos sus elementos mecánicos, sus reacciones y utilidad, sino que también debemos familiarizarnos con las señales de tráfico y toda la normativa imperante.

Los primeros documentos que poseo sobre el tema de la enseñanza de la conducción de coches-automóviles es una Real Orden de fecha 19 de agosto de 1901 -complementaria al Real Decreto de 1900- en la que se establecía el baremo para la matriculación y las tasas de la obtención del certificado de aptitud para conducción o, lo que es lo mismo, el actual carné de conducir se fijó en la cantidad de 15,00 pesetas. La misión del examinador en aquellas plazas donde no existiera un ingeniero de caminos recaía en un ingeniero mecánico, los cuales antes habían tenido que ser comisionados o autorizados por los gobernadores civiles de cada región.

Hasta aquí hemos visto cómo la figura del examinador quedaba establecida, pero la del instructor aún no había sido creada y el aprendizaje se llevaba a efecto, como es lógico, con la transmisión del más veterano sobre el aprendiz. La enseñanza por este sistema ofrecía garantías suficientes para superar las pruebas de aptitud, hecho que no hacía necesario el establecimiento de personal especializado en la materia, aunque eso sí, comienzan a aparecer automóviles perfectamente adaptados a estas necesidades, incorporando doble juego de pedales y doble volante, como el aquí reproducido y en el que se puede apreciar que disponía incluso de doble bocina. La noticia de este automóvil para la enseñanza llegaba desde París a la redacción de "La Prensa", el día 15 de mayo de 1926, y por constituir una novedad se procedió a su publicación. Se ve que el telégrafo viajaba por aquellos años a Santa Cruz con más rapidez que la iniciativa privada, pues los primeros anuncios sobre las "escuelas automovilísticas" comienzan a verse publicados en nuestros periódicos en 1931 y gracias a ellos se puede saber que, por ejemplo, una enseñanza completa -conducción, mecánica y carné- ascendía a la cantidad de 150,00 pesetas, admitiéndose facilidades de pago a los obreros. En este mismo año los aspirantes a chóferes podían dirigirse, bien a la calle San Juan Bautista 67 en horario de 7 a 12 y de 15 a 18, o si lo preferían al Café Imperial de 10 a 12 ó de 15 a 18, en donde le darían información sobre la segunda escuela automovilística que por aquel año también se anunciaba.

En 1938 las pruebas para la obtención del carné de conducir consistían en una pequeña demostración caligráfica para confirmar que el aspirante sabía escribir y leer, responder a las preguntas fijadas por el examinador, dibujar un croquis de cruces de carreteras indicando las prioridades de cada vehículo, para a continuación manejar el coche bajo la supervivencia del ingeniero. En este año se otorgaron en Santa Cruz 60 nuevos permisos, y entre ellos a la Srta. Josefina Gutiérrez de Osuna, domiciliada en La Laguna, que obtuvo su permiso para conducir vehículos de la categoría 1ª C y 2ª A, el día 25 de noviembre de 1938.

Años más tarde la antigua denominación de "escuela automovilística" fue sustituida por la de "autoescuela", término aparecido en el año 1960, que trajo ya una mayor proliferación, incluso se fundaron nuevas autoescuelas en pueblos de nuestra Isla, con lo que el aspirante ganaba en comodidad y facilidad.

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